ENTRE ALCORES Y CIGÜEÑAS


Entre alcores y cigüeñas
van deprisa nuestros pasos,
va con ellos esa sombra
que los sigue a todos lados.

Hoy es lunes de febrero,
luce el sol en todo el alto,
una brisa corre y besa
a las mieses de los campos.

Pero hay tierras abertales,
con el rozo y los escajos,
y allí vamos presurosos,
a hacer leña y arrancarlos.

Gime el polvo de la gleba,
las azadas y las manos,
y una dulce melodía
se desliza por los labios.

Es el polvo de la tierra,
la que oculta los pantanos,
la que tiene los trigales
con cebada cortejando.

Una bella mariposa
va buscando el alabastro,
en el pétalo de seda
que ha crecido en cualquier lado.

Las perdices revoltosas
hacen vuelo muy trenzado,
trazan fintas en el aire
evitando su trastazo.

Y los hombres de Castilla,
esos recios castellanos,
ríen, cantan, gimen, lloran,
y trabajan a destajo.

Con el alba se levantan,
entre el cierzo y el Moncayo,
entre el Duero y el Guadiana
con el Ebro y con el Tajo.

Luego llega el mediodía,
y el almuerzo es un descanso,
el bocado que alimenta
y la bota con su trago.

Hay aromas de nostalgia,
hay gargantas con sus cantos,
en la dulce algarabía
del sudor y del trabajo.

Es Castilla la que canta,
desde Soria a todos lados,
son los versos del poeta
cuyo nombre fue Machado.

Se resienten las raíces,
con las llantas de los carros,
y las Ventas tan antiguas
sacan brillo a sus tejados.

Hay leyenda en todas partes,
hay castillos zamoranos,
hay iglesias en los burgos
hay fachadas de hijosdalgos.

Pero el campo se resiste,
surco a surco va cavando,
y sembrando en esas hazas,
la simiente con los granos.

Es el turno del labriego,
que trabaja sin descanso,
es la tierra de Castilla
desde el alba hasta el ocaso.

Es el grito de mi tierra,
caballeros y soldados,
con los rasgos de la pluma
de poetas y escribanos.

Soy testigo de la historia
y recojo su legado,
en los versos que recibo,
en herencia, cual Notario.

Rafael Sánchez Ortega ©
02/02/10

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