QUEDÓ UN TROZO DE HIELO...



Quedó un trozo de hielo en el alma
y es difícil de aceptar
a pesar de que los sentimientos
se quedaron congelados
desde entonces.

Fue en aquel viaje inolvidable,
que en realidad sirvió para hablar
y decirnos muchas cosas,
que teníamos pendientes.
Parecía que todo estaba aclarado,
que había coincidencia,
que se respetaba la libertad,
que se miraba adelante
y que los viejos trapos sucios
quedaban lavados
y se ofrecía, ante nosotros,
un horizonte diferente.

...Pero no fue así.
A los pocos días volvieron a salir
los trapos sucios,
volvió la desconfianza,
surgió la duda, nuevamente,
renacieron las cenizas de los celos,
y apareció, sorpresivamente,
la mentira.

Eso dolió, me dolió 
y la herida fue muy grande.
Brotó la sangre de alma
y nació la lágrima en los ojos.
Me sentí triste 
y me encontré dando vueltas
a un bucle sin principio ni final.
Pude salir de ese estado 
buscando un culpable
y no lo hice. 
Pensar que tú tenías la culpa,
que tus mentiras,
(tu mentira), 
eran la causa de aquella situación,
hubiera sido lo fácil.
También pude quedarme 
en que la culpa era mía
por haber permitido extender
un sentimiento sabiendo
que no era sincero
y que ocultaba otras peculiaridades
que me omitías.

Pero nada le dije a la figura
que reflejaba el espejo de mi alma
cuando me miraba,
cuando trataba de buscar una explicación,
cuando suspiraba intensamente
tratando de que el dolor y la tormenta
pasara.

¡No!, nada dije y tampoco tomé
una decisión.
Permití que el silencio, mi silencio,
y tu mentira hicieran más honda la herida,
que el tiempo y la distancia
nos separaran,
y me quedé con tus letras y tu imagen
en mi recuerdo,
con la figura idealizada que, un día,
llegó a mi lado
y me ofreció un mundo de utopía,
y me quedé, también,
con aquella voz que me arrulló 
y leyó mis poemas tantas veces.

¡Pobre imbécil, me dije...!

Pero qué le vamos a hacer,
así es la poesía,
aunque, a veces, alcanzarla,
es como buscar y escarbar en el alma
para, al final, 
encontrar solamente un trozo de hielo,
y en el corazón,
la carencia total de latidos

Rafael Sánchez Ortega ©
15/02/18

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