ENTRE LÍNEAS...

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Entre líneas, escribo y te recuerdo,
mientras pienso en tu rostro de gitana.
Voy plasmando las letras una a una
y escuchando tu voz y tu palabra.


Parecías un canto de sirena
planeando despacio por la playa,
como ola y gaviota que venías
al compás de la mar y la resaca.


Pero tú me enseñaste con paciencia
el latir de tu alma castellana,
y soñé con el trigo de los campos
de otro mar con espigas más doradas.


Aun recuerdo el paseo junto al río
y el tañir, en la iglesia la campana,
anunciando que ya era medianoche
mientras tú con tus labios me besabas.


Mil sonidos se agolpan en la mente
entre brumas del tiempo y la distancia,
pero nadie me roba las caricias
de la mano divina que adoraba.


¡Ven a mi corazón de aquel pasado
a vibrar nuevamente sin tardanza!,
guardaré este cuaderno con mis letras
para ir de paseo a donde vayas.


Si lo haces prometo susurrarte
las palabras más lindas que soñaras,
las que busca tu pecho entre la niebla
y precisa tu alma enamorada.


Yo también sigo y veo tus cuartillas,
y entre líneas releo lo que callas,
lo que gritan en ellas tus silencios
en las noches de luna plateadas.


Nada digo, y me callo simplemente,
pues respeto tu bùsqueda sin pausa,
ese andar recorriendo los caminos
para ir a encontrar lo que te falta.


Y el amor, es la extraña paradoja,
es quizás ese fuego que te llama,
el que marca tus pasos y destino
en un rumbo sin norte hacia la nada.


Más no importa un rosario de promesas,
las promesas vacías se rechazan,
y se busca la voz y la sonrisa
de la cara y figura que se extraña.


Rafael Sánchez Ortega ©
30/04/11

LA BOTELLA VACÍA...

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La botella vacía,
el vaso medio lleno,
la mirada lejana
entre niebla y recuerdos.


Y tu allí te encontrabas
meditando en silencio,
el cigarro en tus manos
y de un vaso bebiendo.


A tu lado volaban
los gorriones inquietos,
los amigos del alma
de poetas y versos.


Pero no los veías
pues estabas muy lejos,
con tu mente vagando
por oscuros océanos.


Una brisa, de pronto,
removió tus cabellos,
fue un susurro que vino
del pasado y el tiempo.


Tú volviste los ojos
y miraste el espejo,
de aquel tiempo lejano
con olor de cerezos.


Recordabas la tierra
y también aquel pueblo,
recordabas la lluvia
que mojaba los suelos.


Era un duro verano
y aún soñabas despierto,
pues buscabas la nube
que llevara a los cielos.


Y encontraste una mano
en tu mano y tus dedos,
y encontraste un suspiro
de otro labio sincero.


Con pasión le besaste
y rozaste sus senos,
un latir alocado
vino pronto a tu pecho.


Y supiste que amabas
con amor verdadero,
y cerraste los ojos
y sentiste sus besos.


...Ahora todo es pasado
y tú estás ya despierto,
ya no sueñas con nubes
ni con viajes etéreos.


La botella vacía
te contempla y no miento,
ella está como tú,
suspirando en silencio.


Rafael Sánchez Ortega ©
29/04/11

PARA TI...

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No sé si sigues mi cuaderno,
ni si vienes tras mis pasos.
En realidad no pienso en ello,
aunque sí en ti.


Te conocí hace tiempo,
en este mundo coincidente,
aquí donde se juntan los dioses y demonios,
los genios y los locos,
los seres variopintos de la vida
que buscan las migajas y el consuelo.


Yo buscaba, en aquel entonces, un lugar
para mis sueños,
una tierna compañía de princesa enamorada,
una dulce melodía de unos labios
y una voz y una mirada,
un latido presuroso de mi pecho...


Y buscaba todo eso y me lo diste poco a poco.
Me ofreciste tu cariño a tu manera,
tu palabra entrecortada,
tus secretos inconfesos
y también esos retazos,
las pequeñas marionetas de tu vida
con sus juergas y jaranas.


Me contaste tantas cosas,
compartiste en muchos ratos tanto y tanto
de tu alma,
que ahora mismo, al recordarlo,
me sonrío por idiota,
pues me estabas ofreciendo tu cariño
en un regalo,
tu amistad sin compromiso,
tu paciencia ilimitada con mis sueños de cristal,
y el amor que tú sentías
también vino hasta mi lado en aquel tiempo.


Pero yo no te entendía.
Te veía tan lejana, tan ausente,
tan centrada en otras cosas y personas
que los celos y la envidia se engarzaron
en mi alma,
la atrofiaron,
y llorando y con mil dudas me alejé de tu destino.


Ha pasado mucho tiempo y he cambiado.
Hoy te quiero como nunca te he querido,
te respeto,
y me alegra tu alegría y sonrío con tu risa
y una nube de tristeza forma arrugas
en mi frente con la tuya,
cuando siento que estás triste.


El amor estaba cerca y está cerca
y no lo vemos.
Caminamos como necios por la vida
tras de sueños y quimeras.
Olvidamos a los seres que nos quieren,
que nos dejan su palabras,
que nos miran,
que nos hablan,
que preguntan cómo estamos,
que sonríen y nos dan unas canciones de regalo.


¡Olvidamos tantas cosas...!


Pero yo no te he olvidado.
Eres nube tras la niebla,
eres nieve en el invierno,
eres alga y eres yodo con salitre
de mis mares,
eres voz y eres palabra,
con un rostro que no olvido
y que recuerdo cada noche.


Es por eso, que si vienes
y visitas mi cuaderno,
si paseas por la casa de mis sueños,
verás quizás, en estas letras,
el mensaje que te mando.
Un mensaje de cariño y de respeto, con amor,
en un abrazo, para ti, en este día.


Rafael Sánchez Ortega ©
28/04/11

EL TIRANTE...

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(Poema satírico...)

Era un tirante, tirante,
sujetando unos calzones,
que tapaban las vergüenzas
de unas partes inferiores.


El tirante era de goma,
la que estira y la que encoge,
y por eso, con cuidado,
se le quita y se le pone.


(No confundas las palabras,
¡oh lector, de mis amores!,
pues la goma es al tirante
y no aquello que supones.


Hay que ser muy mal pensado
y pensar qué goma escoges,
si es de fresa ó de vainilla,
ó de luces y colores).


Más volvamos al tirante
y al calzón de los rubores,
sin tirantes la barriga
se pronuncia con pronombre.


Más dejemos la gramática,
el tirante es de los soles,
si se pone bien alumbra,
si se pone mal se esconde.


Hay dos clases de tirantes
y los dos tienen razones,
de prestar bien el servicio
al cuartel de sus rubores.


Uno tira para arriba
y da vueltas y bemoles,
en el pecho y en la espalda
suspendiendo los calores.


Otro busca más abajo
esa nota sin sus sones,
ese arpegio que se oculta
entre flautas y entre acordes.


Al final, lector querido,
no es arnés la prenda innoble,
es tirante simplemente
el guardián de los cojones. (*)


Rafael Sánchez Ortega ©
28/04/11

(*) Para enriquecer el lenguaje, (y sin ánimo de ofender a nadie), incluyo una palabra aceptada por la RAE: cojón, igual a:


(Del lat. colĕo).
1. m. malson. testículo.


cojones.
1. interj. U. para expresar diversos estados de ánimo, especialmente extrañeza o enfado.


Como se puede comprobar hay dos acepciones, así que dejo a la imaginación del lector que utilice la que quiera. Total creo que el tirante ó los tirantes, lo merecen.)

VI UNA FLOR SOLITARIA EN EL CAMINO...

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Vi una flor solitaria en el camino
y mis dedos nerviosos la buscaron.
Recordé a tus ojos y a tu pelo
y pensé en la flor como regalo.


Pero ella temblaba con la brisa
y mis dedos ansiosos se pararon,
recorrieron sus pétalos de seda
y sintieron el beso de sus labios.


No podía tomar la flor tan linda,
ni segar a la misma de su tallo,
esa flor era un tanto diferente
pues temblaban sus pétalos dorados.


Recordé que de niño yo jugaba
entre rosas, claveles y entre nardos,
y los lirios rendían pleitesía
a la dulce azucena del verano.


Eran tiempos de infancia consumidos,
y también de la vida ya pasados,
en que entonces, perdida la inocencia,
a las nubes subíamos soñando.


Y aquel tiempo perdido en el recuerdo
me volvía cual eco muy lejano,
al mirar a la flor tan solitaria
que la brisa abrazaba sin descanso.


Una duda me vino hasta la mente
pues quería esa flor en tu regazo,
más también yo quería protegerla
y dejarla dormir bajo los astros.


La miré muy despacio, nuevamente,
y pensé en tus ojos tan cansados,
yo quería alegrar esas pupilas
y sentir a tu mano entre mis manos.


Y quería esa flor en tus cabellos
y ese beso de seda deseado,
y también el suspiro de tu alma
y la voz en mi oído con tu canto.


Sin embargo la flor también pedía,
sin palabras, susurros, un halago.
Esa eterna caricia de los dioses
que los hombres ofrecen con su abrazo.


Y entendí que la flor tan solitaria
merecía quedar en ese campo,
y sentir el cariño que yo siento
y saber que te quiero y que te amo.


Y marché a tu encuentro de vacío
sin llevarme la flor como regalo;
llevaría la esencia y su presencia
y con ella ese beso que he robado.


Rafael Sánchez Ortega ©
28/04/11

VUELVE EL MAR...

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Vuelve el mar, ahora, hasta el cuaderno
en una lectura rápida de un poeta
de mi tierra.


¡El mar, la mar...!,
¡cuántas cosas te guardas en tu vientre!...


Yo tengo al mar tan cerca
que es parte de mi vida.
Lo miro y lo aspiro,
lo veo cada día
y sus olas me cubren sin remedio.


Soy un producto del yodo y el salitre,
una mezcla de hombre bañado por el mar,
por este mar azul y verde tan cercano.


Ahora leo a un poeta de aquí,
cuyas raíces también están impregnadas
de las algas
y sigo sus versos y palabras,
para bañarme en ellas,
para sentir la sal y contemplar los movimientos
de las olas,
para contemplar esas galernas centenarias
que cuentan los ancianos,
para ver esos puertos con los mástiles
vacíos de gaviotas,
y ver, también, la ausencia de los trajes azules
de aquellos marineros que, tranquilos,
faenaban en puertos y en bodegas.


Este es mi mar y así lo veo y lo describo,
aunque me duelan muchas cosas,
aunque me parta el alma
lo que dicen otras voces,
aunque la espuma de sus olas me salpiquen
y aunque sus negras fauces me reclamen
y me pidan
unos versos que no tengo...


Porque mi mar, es para mi, la esencia de la vida,
el centro de mi mundo, el alfa y el omega,
el punto de partida y la meta de llegada.


Aquí estás tú, mar, mi mar,
la eterna compañía de mis días,
reloj inseparable de mi alma,
con ese inconfundible movimiento de resacas,
bajamares y mareas;
pleamares que desbordan más allá de lo pensado
y más allá de lo que ocultan los sentidos.


Tú eres ese grito silencioso que me llega
y me susurra,
quien alienta el fiel nordeste con su brisa
y estremeces a mi cuerpo, lo enamoras y acaricias,
lo deseas y lo amas porque fuiste, desde siempre,
el compañero de mi infancia,
el amigo de mis juegos en la arena,
el eterno soñador que contagiaste mis pupilas...


Vuelve mar, ahora a este cuaderno
y vuelve para siempre,
porque siempre has estado, y estarás presente,
en mis letras y en mis versos,
y también entre las gavias y las velas
del recuerdo.


Rafael Sánchez Ortega ©
27/04/11

QUERER Y AMAR...

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No es lo mismo querer que estar amando,
pues querer es ansiar lo que no tienes,
es saber que te faltan muchas cosas
y suplicas de aquello que careces.


Pero amar es sentir saberte amado,
es rozar con tus dedos una frente,
es besar con tus labios a otros labios
y es notar unas manos en tus sienes.


Hay quien busca querer y que lo quieran,
y hay quien ama y lo aman tiernamente;
una línea invisible los separa
pues querer no es amar, aunque parece.


El querer es el centro de las cosas,
es la eterna ambición de los ausentes,
los que viven pensando en las riquezas
y en un mundo de fiestas y oropeles.


El amor es el centro de los sueños,
es el Dar de poetas y dementes,
los que siguen dictados y utopías
de sus almas cansadas y rebeldes.


Al final el cansancio se apodera
del lector que te observa indiferente,
para él, nada importan las palabras,
pues amar y querer es lo que "quiere".


No le importan los juegos malabares
del que escribe y susurra lo que siente,
sólo quiere ese soplo de la brisa
y ese beso con yodo del nordeste.


Si le dices que amar es una entrega
y querer es robar lo que carece,
te dirá que eso a él nada le importa,
pues amar y querer es algo breve.


Es el tiempo que pasa en un segundo,
el instante que apenas se retiene,
el latido de un pecho acelerado,
y el suspiro del labio que te bese.


...¡Eso es el amor sin tanto cuento!,
sin palabras, discursos y sin preces,
es sentir la mirada tan amada
y la mano en tu mano que sostienes.


!...Lo demás es amor y es querer,
mal que nos pese...!


Rafael Sánchez Ortega ©
26/04/11

BUSCAMOS EL AMOR...

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Buscamos el amor toda la vida
tratando de encontrar una esperanza,
ese rayo de luz, esa alegría,
que ilumine algún día tu ventana.

Buscamos como buscan los mendigos
limosnas que nos traigan las migajas,
aquellas que sobraron en banquetes
en mesas con los vinos y el champaña.

Hay almas que quedaron satisfechas
después de francachelas bien regadas,
los vinos espumosos en su punto,
la carne y el pescado con su salsa.

Más hablo del amor, no de banquetes,
y entonces se confunden las palabras,
se quedan congeladas en los labios
y hablan solamente las miradas.

Yo creo en el amor irreverente,
aquel que ya buscamos en el alba,
y siguen nuestras almas tras sus huellas,
por sendas, por caminos y cañadas.

Y creo en el amor de aquella niña,
que asoma por la esquina de la plaza,
y creo en el amor de aquel anciano
sentado en el jardín con su cachava.

La niña busca amor y no lo sabe,
suspira cada día en la mañana,
y busca más allá del horizonte
la causa y el motivo que la embarga.

También nuestro ancianito enamorado
recuerda sentimientos y añoranzas,
él ama aquel amor que ya ha vivido,
que va desde su otoño hasta la infancia.

Hay hombres que el amor nunca lo encuentran
y otros que confunden de qué trata,
se busca y se persiguen ideales,
no importan las promesas y falacias.

Importa el corazón que está latiendo,
que dice que "adelante sin tardanza",
la copa del amor está muy cerca,
tan cerca que su vino ya te embriaga...

Buscamos el amor sin encontrarlo
y un día se despiertan nuestras almas,
entonces comprendemos que muy cerca
se encuentra el ser amado que buscabas.

Se encuentra el corazón enamorado,
que busca, como tú, la rosa blanca,
la rosa del amor pura y sencilla,
y quiere compartirla y entregarla.

Rafael Sánchez Ortega ©
25/04/11

LLORA EL CIELO...

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Llora el cielo con la lluvia,
deja lágrimas saladas,
es el llanto de los ángeles
en las gotas que nos manda.

Llueve y llueve en primavera
en la tarde que se acaba,
mientras lejos, unos truenos,
nos anuncian lo que pasa.

Yo contemplo por las calles
la abundancia de las charcas
mientras veo las aceras
inundadas por las aguas.

Llora el cielo y la tormenta
poco a poco ya se marcha,
los relámpagos fugaces
se han perdido en la distancia.

Más la lluvia continúa
con sus gotas más pausadas,
ya los cielos han vertido
muchan angustia con sus lágrimas.

Unos ángeles sonríen
y nos hablan sin palabras,
nos señalan a la lluvia
que nos cubre y que nos baña.

Llora el cielo débilmente
en la nube gris y blanca,
y nos deja en ese llanto
un resquicio de esperanza.

Unas lágrimas calientes
que salieron sin buscarlas,
de los ángeles del cielo
que nos cuidan y nos guardan.

Miro al cielo en esta tarde
y al mensaje que nos manda,
con el beso de ternura
en la lluvia que me empapa.

"...Llora el cielo y necesito
a mis sueños que reclaman,
que la lluvia sean besos
de tus labios y tu alma..."

Rafael Sánchez Ortega ©
24/04/11

PARAREMOS EL TIEMPO Y LOS RELOJES...

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Tenemos una noche por delante
para ir compartiendo los pecados,
cambiaremos el tiempo y los relojes
por el dulce sonido de los astros.

Esta noche es distinta y sugerente,
hay en ella secretos bien guardados,
hay pasión y cariño en las estrellas
y el candor tan ardiente de tus manos.

Yo te invito a un paseo en la ribera
y a que vivas conmigo cada paso,
a que sientas mi alma estremecerse
y a escuchar el suspiro de mis labios.

Pero quiero que vengas, niña mía,
y que estés a mi lado todo el rato,
que tus ojos se cierren en mi pecho
y que sienta el latir de tu costado.

Yo deseo besarte en esta noche
y tener a tu cuerpo entre mis brazos,
alisar tiernamente tus cabellos
y decir en tu oído que te amo.

Tenemos una noche por delante
para ser y sentir lo que soñamos,
para ver como pasan los cometas
y nos dejan su luz y su regalo.

Más también buscaremos en la noche
esa copa de vino tan preciado,
beberemos la esencia de su néctar
para ser un poquito más humanos.

Dejaremos los libros un momento
y también los cuadernos tan dorados,
para hacer que confiesen nuestros ojos
el amor que han guardado con recato.

Porque el fin y el preludio de esta noche
es amar y entregar sin nada a cambio,
es contar los segundos uno a uno
mientras siento tus besos y te abrazo.

Pararemos el tiempo y los relojes,
buscaremos llegar hasta el ocaso,
donde duermen tranquilas las estrellas
y las aguas se mecen en el lago.

Rafael Sánchez Ortega ©
23/04/11

VÁMONOS ALLÍ...

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Vámonos allí, donde los cielos se esconden,
sigamos tras el sol que ahora se marcha,
llevando los latidos y las rosas
y el beso enamorado de la tarde.


Vámonos con él, mi amada,
sigamos a sus pasos vacilantes
que firmes y seguros nos preceden
en busca de la noche,
las sombras tan sutiles de las calles,
la bruma de los fondos de los mares
que llega y que rodea la bahía.


Dejemos con el día que se muere
la flor de los almendros,
la linda primavera florecida,
el árbol de cerezos que despierta
y el mirlo y el gorrión tan juguetones.


Dejémonos, también aquí, la carga
de la duda y la conciencia,
dejemos que se olviden para siempre
los días del rencor de aquel pasado.


Sigamos al amor, que ahora se escapa,
allá donde los dioses se recrean,
al lindo paraíso sin fronteras,
al cielo y al olimpo que soñaron
los hombres, los creyentes y poetas.


Sigamos presurosos y sin miedo,
tomados de la mano, como siempre,
sintiendo los latidos en el pecho,
la sangre que palpita y que nos grita,
la lava del volcán que se desborda
y el beso enamorado de unos labios.


Vayamos a la noche vida mía,
hagamos una fiesta en esa nada,
soltemos las palabras sin sonidos,
dejemos que se hablen las miradas.
Sintamos el amor profundamente,
el suave terciopelo de las manos
que escriben,
que acarician y se aman,
y hagamos todo eso en el silencio,
allí donde la noche nos protege
cubiertos por las sombras como sábanas.


Vayamos sin temor, querida niña,
saquemos el amor de nuestras almas,
bailemos en el baile de los ciegos,
bailemos en el mar y en el ocaso,
el vals maravilloso de la noche
que suena sin final desde las aguas.


Volemos al edén donde los locos
nos dicen que la vida no es un sueño,
que estamos en el reino de los dioses
en medio de poemas y cuartillas escritas
por las manos vacilantes del joven trovador
y el fiel poeta, amable y soñador
que hablaba solo,
buscando entre las flores del almendro
los ojos tan queridos y soñados,
y en ellos la figura de tu cuerpo,
las manos deliciosas y tus senos,
las curvas dibujadas tantas veces...


...Y hagamos el amor con desenfreno,
que gocen nuestros cuerpos hasta el alba,
que duerman las pasiones agotadas
y llegue el labio amado a tus oídos
diciendo que te quieren y te aman.


Rafael Sánchez Ortega ©
22/04/11

NO DEBO REBUSCAR EN LOS RECUERDOS...

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No debo rebuscar en los recuerdos
cenizas que me lleven al pasado,
dejemos a ese tiempo detenido
oculto tras la niebla de los años.

Es fácil retornar en la distancia
buscando el beso tierno y el abrazo,
la dulce sinfonía de las nubes
marchando por los cielos a los astros.

Más todo son recuerdos, simplemente,
retales de momentos caducados,
el eco que devuelve las pisadas
y llega con un nombre a nuestros labios.

Yo creo que mi meta es el presente,
viviendo los segundos paso a paso,
sintiendo la caricia de unos ojos
que siguen mi camino y lo que hago.

No importa la resaca de otros tiempos,
tampoco las mareas y los barcos,
es fácil confundir las emociones,
las risas contenidas y los llantos.

Yo debo caminar en esta hora
llevando entre mis manos a tu mano,
dejando en las espaldas la nostalgia
sintiendo tu latido en mi costado.

Yo debo conseguir que tu mirada
refleje las palabras de mis labios,
y lleve hasta tu alma lo que siento
y diga en tus oídos que te amo.

Yo debo transitar por esta senda,
buscando los suspiros del ocaso,
bebiendo los placeres de la vida,
y el néctar de tu pecho tan ansiado.

Y un día, cuando menos me lo espere,
vendrás con tu figura y con tu encanto,
vendrás hasta mi lado para siempre,
a darme y a fundirte en un abrazo.

Por eso ya no quiero los recuerdos,
ni quiero las cenizas del pasado,
dejemos a ese tiempo en el olvido
dormido y enterrado con un lazo.

Rafael Sánchez Ortega ©
21/04/11

RESPIRO Y CIERRO LOS OJOS...

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Respiro y cierro los ojos
mientras saboreo, en silencio,
el recuerdo de tus labios.


Pienso en aquella tarde sin testigos,
los dos frente a frente,
la fuente cantarina a las espaldas,
el río que bajaba mansamente,
el tronco de la orilla sirviéndonos
de banco,
y nosotros hablando sin palabras,
dejando que fueran nuestras manos
esas voces invisibles que llevaran
los sonidos a las almas.


Me hablabas con tus ojos de avellana
y a ti le respondían,
los míos, verdeoscuros.


Hablábamos de sueños y proyectos,
de viajes y familia y de otras
muchas cosas.


De pronto, en un momento, me hablaste
en un poema.
Tus labios silenciosos se abrieron
y dejaron unos versos en el aire
que llegaron a mi oído:


"...¿Has visto a la luna anoche,
reluciente y tan coqueta?..."


Yo me quedé sorprendido de tu palabra
precisa en la pregunta directa.


"...La luna salió en la noche,
pero no estaba yo cerca..."


Eso fue lo que te respondí
mientras miraba tus labios
con un deseo inconfesable de besarlos,
de darte la respuesta con los míos,
de decirte que la luna es mucha luna,
y la noche mucha noche,
pero que quiería tus manos
y tu cuerpo entre mis brazos,
el latido de tu pecho
y el perfume de tu cuello,
y todo eso prefería antes que ver
a la luna con su blancura y su belleza.


Me miraste con tus ojos tan lindos
y apoyaste tu cabeza en mi pecho,
besé tus pestañas, besé tus cabellos,
besé tus oídos y te abracé como un niño
temiendo que todo fuera un sueño,
que tú despertaras y marcharas de mi lado;
tenía que retenerte,
tenía que hacer que tu vida cobrara sentido,
que vibrara a mi lado,
que pudieras compartir y notar lo que
yo sentía,
que te dieras cuenta de que mi amor por ti,
era algo que no se podía describir
y que solo precisaba el tener tus manos
entre las mías,
el poder acariciarte mientras dormías,
el escuchar tu respiración
y ver tu pecho oscilante
y adivinar el suspiro de tu pecho
tras el beso de la brisa.


Por eso ahora respiraba,
por aquel tiempo del pasado ya lejano,
por aquellos momentos vividos dulcemente,
por aquella cara que besé tan ardorosa,
una tarde, junto al río,
en un agosto castellano,
en un lugar hermoso,
cuyo nombre ya no importa.


Rafael Sánchez Ortega ©
20/04/11

EL LARGO SILENCIO.

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Y de pronto se hizo el silencio.
Los coches pararon su marcha,
los semáforos se quedaron quietos,
con sus luces fijas
y los pasos de cebra vacíos,
sin nadie que los cruzara.


Parecía como si el tiempo se hubiera detenido,
como si una escena irreal
cubriera la tierra.
Sólo el viejo y reluciente reloj
del Ayuntamiento continuaba su marcha,
la aguja seguía avanzando lentamente
en esos minutos interminables.


Algún coche aislado rodaba por las calles,
como si buscara el latido de esa vida
que ahora no existía.
Las farolas empezaron a encenderse
para una ciudad vacía,
para unos parques abandonados,
para unas calles muertas
y carentes de actividad.


El viento movía indolente unos viejos
periódicos, de un lado para otro,
como siguiendo el dictado de un
director de orquesta que manejara
una batuta invisible.
Pero no había espectadores,
nadie seguía esa música silenciosa y ondulante,
ni siquiera algún animal de compañía.
Tampoco se escuchaban los pajarillos,
que en las tardes se mostraban juguetones
demostrando su alegría en la alameda.


Parecía como si la vida se hubiera quedado
plasmada en un cuadro,
en una postal casi muerta y en la que sólo
tenían vida los focos de las luces,
los contados coches que pasaban,
el viento con sus notas invisibles
y aquellos periódicos que iniciaban un baile,
en el silencio,
a falta de los hombres y mujeres,
que en esta noche no se veían por la calle.


De pronto un grito rasgó la oscuridad y
rompió aquel cuadro casi místico.
El silencio fue abordado por las voces
persistentes y en aumento,
por los chillidos de las personas,
por las bocinas de los coches,
que ahora sí,
rodaban nuevamente por las calles.
Una explosión de júbilo empezó a dar vida
a la noche.


Todo había cambiado en un segundo.


Habían sido noventa minutos largos
e interminables
y ahora, un silbato, allá lejos,
había devuelto el movimiento a la vida detenida,
a la pasión contenida,
a tantas emociones de júbilo y decepción
que se quedaron convertidas
en risas y llantos,
porque al final, el partido de fútbol había terminado,
simplemente porque un señor vestido de negro
tocó el silbato y pitó el final del mismo.


Rafael Sánchez Ortega ©
17/04/11

EL MAR PROFUNDO ME ESPERABA...

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El mar profundo me esperaba
con sus brazos abiertos,
sus enormes llanuras rizadas de olas,
sus inmensos paisajes azules y verdes,
sus ocasos sublimes que no tienen nombre.


Más también me esperaba ese mar tenebroso
con su oscuro misterio,
con sus grandes silencios,
con legión de aventuras sin nombre
que yace en su fondo,
con los barcos surcando la historia,
con los pecios perdidos en playas lejanas,
con sus algas y peces,
con los bellos corales,
con las lindas sirenas portada de cuentos.


...Y allí fui, hasta él, con el miedo en el cuerpo.
Yo era solo un muchacho novato,
aprendiz de marino por parte de padre,
jornalero incipiente que cambia la escuela
por yodo y por remos.
Acudí como el niño que busca esa mano invisible
en las aguas,
ese rostro divino que muestran los sueños,
esa nota que cantan los mares,
que suben y bajan,
que arrastran navíos,
que duermen y callan.


Yo bebí el salitre marino
y sentí lo que sabe el sudor de la pesca,
lo que cuesta remar al oeste,
lo difícil que es capturar unos peces,
lo insensato del hombre al luchar con el viento
y galerna,
lo que duelen las manos y espalda,
lo que quema ese viento llamado nordeste.


Y sé bien todo esto que ahora recuerdo
mientras pienso en el parque,
mientras miro hacia el mar que se estrella
en la costa,
mientras veo volar las gaviotas
y también a los barcos que pasan
y van hacia el puerto.


Yo he vivido ese tiempo pasado,
ese tiempo de gloria,
juventud y pasión se juntaban y yo las quería.
Abrazaba su nombre,
peleaba por ellas,
las sentía muy cerca,
muy juntas.
Y allí vi y conocí a ese mar de mi costa,
a ese mar en que pienso,
a ese mar en que duermen mis sueños dorados.


Ahora es tarde, lo sé, y me estremezco.
Ha llegado la hora
y la casa me espera.
Me espera la cena y la cama,
la eterna tertulia de sombras sin prisas,
de paz y silencio,
de eternos latidos del mar, que a lo lejos,
escucho que grita,
que salta en la barra,
que gime y susurra,
que ama y que odia,
que ríe y que llora,
que sueña y se duerme...


Rafael Sánchez Ortega ©
16/04/11

UN JUGUETE OLVIDADO...

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Un juguete olvidado
en la esquina quedaba,
un camión vagabundo
con las ruedas rayadas.


A su lado, en el patio,
la fontana cantaba,
con las notas divinas
de sus gotas de agua.


Una cara en lo alto
se asomó a la ventana,
y con ella unos ojos
que nerviosos miraban.


A lo lejos los campos
de campiña dorada,
y más cerca la iglesia,
y a su lado la plaza.


Los portales oscuros,
la sombría calzada,
las aceras en sombra
con su paz y su calma.


Todo esto veía
la figura nombrada,
la carita de un ángel
con su luz y su gracia.


Más buscaba a su niño,
el amor de su alma,
en el patio con flores
que en la tarde regaba.


Y le vió en un instante
escalando la tapia,
por las ramas de hiedra
cual si fuera una araña.


-Ten cuidado-, le dijo,
con la voz apagada,
con un halo de miedo
en su dulce garganta.


Más el niño no oìa
esa voz encantada,
esa nota divina
que temblando llamaba.


Y seguía subiendo
a buscar en la parra,
unas uvas maduras
muy sabrosas y gratas.


Y cortó tiernamente
esas uvas ansiadas,
y bajó para el suelo
en un salto de rana.


Un suspiro de alivio
dio su madre en la casa,
cuando el niño riendo
a la madre llamaba.


-Ya te llevo las uvas,
las cortó mi navaja,
pues contigo quería
compartir lo que guardan.


...A lo lejos tañeron
las alegres campanas,
ya sonaban las doce
que el reloj desgranaba.


Una nota divina
se escapaba del arpa,
y una madre y un niño,
coronaban la estampa.


Rafael Sánchez Ortega ©
15/04/11