VI UNA FLOR SOLITARIA EN EL CAMINO...
Vi una flor solitaria en el camino
y mis dedos nerviosos la buscaron.
Recordé a tus ojos y a tu pelo
y pensé en la flor como regalo.
Pero ella temblaba con la brisa
y mis dedos ansiosos se pararon,
recorrieron sus pétalos de seda
y sintieron el beso de sus labios.
No podía tomar la flor tan linda,
ni segar a la misma de su tallo,
esa flor era un tanto diferente
pues temblaban sus pétalos dorados.
Recordé que de niño yo jugaba
entre rosas, claveles y entre nardos,
y los lirios rendían pleitesía
a la dulce azucena del verano.
Eran tiempos de infancia consumidos,
y también de la vida ya pasados,
en que entonces, perdida la inocencia,
a las nubes subíamos soñando.
Y aquel tiempo perdido en el recuerdo
me volvía cual eco muy lejano,
al mirar a la flor tan solitaria
que la brisa abrazaba sin descanso.
Una duda me vino hasta la mente
pues quería esa flor en tu regazo,
más también yo quería protegerla
y dejarla dormir bajo los astros.
La miré muy despacio, nuevamente,
y pensé en tus ojos tan cansados,
yo quería alegrar esas pupilas
y sentir a tu mano entre mis manos.
Y quería esa flor en tus cabellos
y ese beso de seda deseado,
y también el suspiro de tu alma
y la voz en mi oído con tu canto.
Sin embargo la flor también pedía,
sin palabras, susurros, un halago.
Esa eterna caricia de los dioses
que los hombres ofrecen con su abrazo.
Y entendí que la flor tan solitaria
merecía quedar en ese campo,
y sentir el cariño que yo siento
y saber que te quiero y que te amo.
Y marché a tu encuentro de vacío
sin llevarme la flor como regalo;
llevaría la esencia y su presencia
y con ella ese beso que he robado.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/04/11
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