DÉJAME QUE TE CUENTE MI VIDA...
Déjame que te cuente mi vida
y así comprenderás mis sentimientos,
déjame que te hablen mis versos
y que te digan aquello que guardan
en el pecho,
déjame soltar las amarras del alma
para que la barca que me lleva,
llegue hasta ti y te muestre la maleta
del desconcierto,
del poeta que fui y que ahora duerme,
mientras viaja desde muy lejos
en ese viaje hacia la nada.
Quiero que me escuches
para que entiendas lo que me preocupa,
lo que no te dicen mis palabras
ni mis letras,
quiero que veas en la mirada
el origen de mis pasos,
el movimiento ondulante de mi alma,
los suspiros emitidos ante la luz
naciente del día,
el latido acelerado de mi pecho
cuando observa la llegada de tus versos,
la pasión que me consume cuando te leo,
cuando siento tus palabras
y las llevo hasta la orilla de la playa.
...Pero voy a tu lado con el alma al descubierto
para hablarte,
con mis sentimientos cubiertos de polvo,
con mis poemas en huelga hasta que vean tus ojos,
para que allí, a tu lado,
recobren la vida esos versos perdidos,
y sepan, de nuevo, el candor de la brisa,
la razón de su origen ante tu presencia
y el motivo para seguir viviendo.
Y voy a tu lado para descoser mi boca,
para gritar aquello que siento,
para decirte todo lo que he recogído
en los libros,
y también para leerte mis poemas
y mis cuentos.
Y llegaré hasta ti como el mar, sin parar,
ola tras ola,
sintiendo el viento como agita
las hojas del alma,
como los faros miran en la costa el horizonte
mientras pasan las gaviotas,
como los barcos cruzan a lo lejos,
y luego se diluyen en el horizonte.
Y llegaré también como el huracán y la galerna,
como la resaca rabiosa y palpitante,
para pedirte que me escuches,
para rogarte que me mires,
para que sientas lo que dice mi mirada
en esos versos sin palabras
que se escapan de los ojos...
...Y entonces me entenderás y comprenderás mi vida,
y me dejarás marchar, porque te sentirás libre,
porque yo también seré libre,
aunque me lleve tu amor,
aunque te robe el alma con mis letras,
porque estaré navegando hacia el Parnaso,
en ese viaje largo y sin retorno
para soñar allí, eternamente.
Rafael Sánchez Ortega ©
08/05/11
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