ES CURIOSO...


Es curioso lo que pasa en estos días,
sé que debo de escribir y de escribirlo,
pero no quiero.


Hoy me cuesta más que nunca teclear aquí,
dejar constancia de lo que pienso,
traer un sueño ó un recuerdo,
volver la vista atrás y ver las cosas
bellas que ocurrieron,
las personas que pasaron por mi vida,
los momentos de bonanza...


Me cuesta concentrarme en lo que escribo.
Quisiera estar a solas,
llorar conmigo mismo,
hablar a la persona que a mi lado
me acompaña,
decirla que no es bueno estar así,
que la tristeza no se toma y se conserva,
que el amor es una frase simplemente,
un vacío que uno trata de cubrir
con muchos sueños.


Quisiera despertarme a miles kilómetros,
allí donde la vida me fuera indiferente,
donde las gentes no repararan en mis pasos,
donde nadie preguntara por mi alma,
donde caras y figuras fueran solo
unos perfectos desconocidos.


Es cierto que un cambio de ánimo tiene
un porqué, un motivo, un algo que lo causa,
y yo lo sé, pero no importa.
En realidad hoy nada importa, como siempre.


Pensaba, en estas horas, que la vida es
la cuenta atrás a una partida,
el momento que se vive en un instante,
el segundo que es presente y es pasado,
al mismo tiempo,
la sonrisa de los cielos que se plega
sin sentirla,
el abrazo de los dioses que se burlan
de nosotros.


Pensaba...


Pero no, no pensaba y eso es lo grave;
sentía simplemente como el alma se rompía
en mil pedazos,
como yo, con mis castillos en la vida,
construía falsos sueños y esperanzas,
me abrazaba a los recuerdos
como un niño ante su madre,
reclamaba una limosna de unos labios,
ese beso tan ansiado de la infancia,
esa mano que se pose por mi cara,
ese abrazo fraternal y tan sincero,
tantas veces reclamado,
y siempre ausente...


Quizás por eso suspiraba y restañaba
aquellas lágrimas traidoras,
esas perlas que fluían de mis ojos;
contemplando, en mi delirio,
una cara,
unos pasos en la acera,
una mano entre mis manos,
una voz que me llamaba y susurraba
tiernamente,
un poema recitado,
unos versos rescatados de unos labios...


Y el amor, ¡bella palabra!, allí latente,
se quemaba en las entrañas de mi pecho,
en la sangre acelerada de mis venas,
en las letras que escribía y ocultaba,
porque a nadie le importaban.


Era mío el sufrimiento y mi secreto,
eran mías mis palabras y el silencio,
aunque hubiera tras de todo una figura,
una cara sonriente
y un amor sellado a fuego
entre mis labios.


Rafael Sánchez Ortega ©
01/05/11

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