CUANDO VES EL ROSA DE LA VIDA...
Cuando ves el rosa de la vida
y sientes en tus dedos
la suavidad de la misma,
el fino tulipán que la contiene,
el dulce jugueteo de unas manos,
la inmaculada sensación de gracia
y de pureza que despide su mirada,
el tierno escalofrío de ese cuerpo menudito,
que se mueve y que palpita,
con su cara sonrosada e inocente...
Cuando notas a tu lado la frescura de unos labios,
parloteando un lenguaje incomprensible,
unos dedos que te buscan
y que suben por tu cara hasta tu pelo,
unos gestos en el aire,
que no entiendes,
pero sigues y acompañas su trayecto esperando
una música divina que te muestre
y te llene los oídos...
Cuando sientes que te llama la marea
de esa infancia que comienza entre tus manos,
que sostienes y que ayudas en sus pasos vacilantes,
en los frescos e incipientes pucheritos de una boca...
Es entonces cuando quieres que la vida se detenga,
que se paren los relojes de este acto tan sublime
y tan sencillo,
que no avancen los segundos
y no rompan la inocencia de este tiempo,
que se calmen las galernas en los pechos
más salvajes
y que miren los humanos a los niños en sus juegos,
en los parques y jardines,
en los patios de colegios
y en los brazos de sus padres.
Porque el tiempo detenido
es la flor en desarrollo de un futuro
de ilusiones y de sueños
en el cuerpo de los niños,
es la esencia y es la suma de la vida,
es el eco del destino que nos llama
y que te llama fuertemente
a que vayas a su lado.
Rafael Sánchez Ortega ©
05/02/12
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