¡CUÁNTAS VECES FUI A MIS SUEÑOS...!
¡Cuántas veces fui a mis sueños
a vivir esa jornada...
Y la viví, ciertamente,
y me dormí recordándola!
Día gris que amanecía
despertando en la mañana,
día como tantos otros
con la fiebre acumulada.
Yo era joven, casi un niño,
un imberbe que soñaba,
no llevaba en esos tiempos
una carga en mis espaldas.
No tenía resquemores
ni las dudas me acosaban,
adelante, me decía,
ensanchándose mi alma.
Y ocurrió lo indescriptible
al cruzarse dos miradas
tú en la mía y yo en la tuya
y callaron las palabras.
Comenzamos un romance
con la frente siempre alta,
con tus dedos en mis dedos
y las manos enlazadas.
Compartimos los segundos,
los minutos que quedaban,
de aquel sueño sin fronteras
que la dicha nos brindaba.
Y buscamos el abrigo
de aquel banco de la plaza,
que ahora miro muchas veces
tan vacío que desgarra.
En su asiento nos besamos,
a la sombra de unas ramas,
de unos robles, cual testigos,
que los besos contemplaban.
Pero el tiempo transcurría
y sonaron las campanas,
anunciando sin remedio
el momento de tu marcha.
Yo noté un escalofrío
recorriéndome la espalda,
y besé tu lindo cuello
y tus labios que temblaban.
Te marchaste y me dejaste
unos ojos con tus lágrimas;
y el vacío de tu ausencia
dejó huella muy amarga.
Aquel día, lo recuerdo,
fue el comienzo y la añoranza,
el principio de un suspiro
y el despido de una infancia.
"...¡Cuántas veces fui a mis sueños
a buscar lo que no hallaba...
la sonrisa tan preciosa
de tu cara de gitana!..."
Rafael Sánchez Ortega ©
17/02/12
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