UNA ESTRELLA GUARDA EL ALMA
Una estrella guarda el alma
con tus ojos y sonrisa,
esa estrella es un tesoro
y tus ojos dos caricias.
Hay estrellas por el cielo,
que en la noche van vestidas,
van coquetas con sus galas,
y su blanco nos hechiza.
Hay dos ojos complacientes
y que miran y palpitan,
más allá de las estrellas
y de vidas infinitas.
Pero pasan las estrellas
con susurros a la brisa,
con el canto inmaculado
de barqueros y marismas.
Hay dos ojos en tu cara
y una boca que suspira,
dos pestañas que se cierran
y dos ojos que dormitan.
Hay quien pone a las estrellas,
como alegres figuritas,
y con ellas forman cuadros
los poetas con su lira.
Más tus ojos en el alma
simplemente piden vida,
piden luz y no tinieblas
de ese pecho que palpita.
Hay quien canta a las estrellas
las canciones más bonitas,
quien escribe lindos versos
y en la noche los envía.
Hay quien busca en tus dos ojos
esa paz que necesita,
el suspiro de tu alma,
la frescura de tu risa.
Sin embargo las estrellas,
como siempre son esquivas,
se pasean en la noche
con sus sedas blanquecinas.
Son tus ojos dos luceros,
dos estrellas retenidas,
dos gaviotas en el alma
que a ti vuelan y caminan.
Rafael Sánchez Ortega ©
23/05/10
con tus ojos y sonrisa,
esa estrella es un tesoro
y tus ojos dos caricias.
Hay estrellas por el cielo,
que en la noche van vestidas,
van coquetas con sus galas,
y su blanco nos hechiza.
Hay dos ojos complacientes
y que miran y palpitan,
más allá de las estrellas
y de vidas infinitas.
Pero pasan las estrellas
con susurros a la brisa,
con el canto inmaculado
de barqueros y marismas.
Hay dos ojos en tu cara
y una boca que suspira,
dos pestañas que se cierran
y dos ojos que dormitan.
Hay quien pone a las estrellas,
como alegres figuritas,
y con ellas forman cuadros
los poetas con su lira.
Más tus ojos en el alma
simplemente piden vida,
piden luz y no tinieblas
de ese pecho que palpita.
Hay quien canta a las estrellas
las canciones más bonitas,
quien escribe lindos versos
y en la noche los envía.
Hay quien busca en tus dos ojos
esa paz que necesita,
el suspiro de tu alma,
la frescura de tu risa.
Sin embargo las estrellas,
como siempre son esquivas,
se pasean en la noche
con sus sedas blanquecinas.
Son tus ojos dos luceros,
dos estrellas retenidas,
dos gaviotas en el alma
que a ti vuelan y caminan.
Rafael Sánchez Ortega ©
23/05/10
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