¿CÓMO LE DIGO A MI CORAZÓN...?
¿Cómo le digo a mi corazón, en un septiembre,
que antes de rendirse ha de luchar,
ha de buscar la luz,
y en ella el vuelo indiferente de la alondra,
en esas tardes con sus flecos de oro
que destila el sol cuando se esconde?
¿Cómo le digo al alma que prosiga,
que camine, a pesar de la agonía,
a pesar de que la sangre no circule
por las venas y destilen por las mismas
sólo el hielo y la amargura?
¿Cómo le digo al pecho que no sufra,
que no busque los latidos que precisa,
ni los ojos y mirada de su amada,
ni los labios temblorosos y esa voz,
que al escucharla,
le transporta hasta el Olimpo?
¿Cómo engañarte a ti, dulce septiembre,
haciendo que la hoja tan sagrada,
con tus días,
siga y siga cada mes en ese sitio,
hasta tu vuelta en otro año?
...Mil preguntas que me hago y que te digo
porque sabes mis secretos,
porque sabes de mi vida,
en esos ratos de la infancia
con mis juegos y oraciones,
de la larga juventud, que ahora es pasado,
con mis sueños de princesas
y castillos encantados,
de tertulias prolongadas
a la sombra de la luna
y mirando a las estrellas.
No hay respuesta a las preguntas sin sentido,
a momentos ya gastados y vividos,
a los sueños que quedaron en el arca
por los miedos y las dudas,
a la eterna fantasía por el baile
no bailado,
al abrazo, tan ansiado, de aquel cuerpo
que silente me llamaba,
a los besos de los labios
que dejaban un suspiro,
y aquel pelo que recuerdo,
que tomaba entre mis dedos
y paciente acariciaba...
Eran sueños de septiembre,
sólo sueños,
era un tiempo del pasado
que ahora vuelve y me golpea,
que reclama que lo mire frente a frente,
que no huya ni me esconda,
que no dude y que no tiemble,
pues septiembre fue el principio,
fue el inicio y fue la llama
entre un alma y la materia.
...Me despierto sudoroso y te contemplo;
no te has ido de mi lado y aún me sigues,
me acompañas y confortas,
me acaricias con el soplo de la brisa
del nordeste,
con el mar y la resaca que me hablan,
que me dicen y susurran,
que me animan a que vuelva,
a que mire hacia el futuro con presteza,
a que busque entre las zarzas ese rayo
que se esfuma y que se pierde
en el ocaso.
¡Es septiembre, y me estremezco...!
Rafael Sánchez Ortega ©
20/09/10
que antes de rendirse ha de luchar,
ha de buscar la luz,
y en ella el vuelo indiferente de la alondra,
en esas tardes con sus flecos de oro
que destila el sol cuando se esconde?
¿Cómo le digo al alma que prosiga,
que camine, a pesar de la agonía,
a pesar de que la sangre no circule
por las venas y destilen por las mismas
sólo el hielo y la amargura?
¿Cómo le digo al pecho que no sufra,
que no busque los latidos que precisa,
ni los ojos y mirada de su amada,
ni los labios temblorosos y esa voz,
que al escucharla,
le transporta hasta el Olimpo?
¿Cómo engañarte a ti, dulce septiembre,
haciendo que la hoja tan sagrada,
con tus días,
siga y siga cada mes en ese sitio,
hasta tu vuelta en otro año?
...Mil preguntas que me hago y que te digo
porque sabes mis secretos,
porque sabes de mi vida,
en esos ratos de la infancia
con mis juegos y oraciones,
de la larga juventud, que ahora es pasado,
con mis sueños de princesas
y castillos encantados,
de tertulias prolongadas
a la sombra de la luna
y mirando a las estrellas.
No hay respuesta a las preguntas sin sentido,
a momentos ya gastados y vividos,
a los sueños que quedaron en el arca
por los miedos y las dudas,
a la eterna fantasía por el baile
no bailado,
al abrazo, tan ansiado, de aquel cuerpo
que silente me llamaba,
a los besos de los labios
que dejaban un suspiro,
y aquel pelo que recuerdo,
que tomaba entre mis dedos
y paciente acariciaba...
Eran sueños de septiembre,
sólo sueños,
era un tiempo del pasado
que ahora vuelve y me golpea,
que reclama que lo mire frente a frente,
que no huya ni me esconda,
que no dude y que no tiemble,
pues septiembre fue el principio,
fue el inicio y fue la llama
entre un alma y la materia.
...Me despierto sudoroso y te contemplo;
no te has ido de mi lado y aún me sigues,
me acompañas y confortas,
me acaricias con el soplo de la brisa
del nordeste,
con el mar y la resaca que me hablan,
que me dicen y susurran,
que me animan a que vuelva,
a que mire hacia el futuro con presteza,
a que busque entre las zarzas ese rayo
que se esfuma y que se pierde
en el ocaso.
¡Es septiembre, y me estremezco...!
Rafael Sánchez Ortega ©
20/09/10
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