HE ESCUCHADO TU LLANTO EN LA DISTANCIA...
He escuchado tu llanto en la distancia
y sentí un dolor inenarrable,
¡qué injusticia se estaba consumando!,
¡no es posible que mueras y te marches!
Sólo sé que la música celeste
me embriagó de sonidos celestiales,
intentando acabar con tanta pena
recordando pasajes de aquel baile.
Era un mes de verano, como tantos,
una noche vestida con su traje,
una luna saliendo entre las nubes
y dos sombras unidas, abrazándose.
Yo venía de un sueño muy profundo,
paladín de leyendas inmortales,
a encontrar a tu lado el justo premio,
y a entregarte mis besos tan galantes.
Y marchamos con paso decidido,
con el dulce sonido de los mares,
por la playa desierta y silenciosa
en la noche saliente y adorable.
Fue un momento que tengo en la memoria,
un fragmento de vida en un instante,
una dulce locura consumida,
resumidad sin más con una frase.
"Yo te quiero", te dije sin pensarlo,
"yo también", a su vez me contestaste,
y se unieron dos labios en un beso,
palpitando dos pechos con su sangre.
Pero ahora que el tiempo ha transcurrido,
tus nudillos golpean los cristales,
y tus ojos con lágrimas cautivas
me trasmiten la pena que te nace.
Yo no quiero que sufras ni te mueras,
...¡es un grito que sale para nadie!,
es la rabia vestida de impotencia,
que mis letras no quieren ocultarte.
Tú tenías la vida entre tus manos,
yo el cansancio mezclado con el hambre,
y me diste tu casa y tu comida
y aquel vino con néctar admirable.
Ahora seco tus lágrimas sinceras,
y me digo que todo ha sido en balde,
apuramos el cáliz y la vida
una noche de estío que se evade.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/11/10
y sentí un dolor inenarrable,
¡qué injusticia se estaba consumando!,
¡no es posible que mueras y te marches!
Sólo sé que la música celeste
me embriagó de sonidos celestiales,
intentando acabar con tanta pena
recordando pasajes de aquel baile.
Era un mes de verano, como tantos,
una noche vestida con su traje,
una luna saliendo entre las nubes
y dos sombras unidas, abrazándose.
Yo venía de un sueño muy profundo,
paladín de leyendas inmortales,
a encontrar a tu lado el justo premio,
y a entregarte mis besos tan galantes.
Y marchamos con paso decidido,
con el dulce sonido de los mares,
por la playa desierta y silenciosa
en la noche saliente y adorable.
Fue un momento que tengo en la memoria,
un fragmento de vida en un instante,
una dulce locura consumida,
resumidad sin más con una frase.
"Yo te quiero", te dije sin pensarlo,
"yo también", a su vez me contestaste,
y se unieron dos labios en un beso,
palpitando dos pechos con su sangre.
Pero ahora que el tiempo ha transcurrido,
tus nudillos golpean los cristales,
y tus ojos con lágrimas cautivas
me trasmiten la pena que te nace.
Yo no quiero que sufras ni te mueras,
...¡es un grito que sale para nadie!,
es la rabia vestida de impotencia,
que mis letras no quieren ocultarte.
Tú tenías la vida entre tus manos,
yo el cansancio mezclado con el hambre,
y me diste tu casa y tu comida
y aquel vino con néctar admirable.
Ahora seco tus lágrimas sinceras,
y me digo que todo ha sido en balde,
apuramos el cáliz y la vida
una noche de estío que se evade.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/11/10
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