¡ATALAYA, ATALAYERO...!

"¡Atalaya, atalayero!",
saludaba en su pasar,
la bella moza de Boria
que marchaba a Santillán.

En el alto de una loma
se encontraba este lugar,
unas piedras en ruínas,
descompuestas y sin cal.

Eran restos de un pasado,
de unos siglos que se van,
y se pierden en el tiempo
entre olas y entre sal.

La Atalaya por la noche
era el faro y la señal,
referencia de marinos
que debían sortear.

Porque cerca, en su Ribera,
hay posada al comensal,
con un lecho y una mesa
y comida para dar.

Vuelan lentas las gaviotas
a su nido de cristal,
y las ve el Atalayero
que musita este cantar:

"...Por el cielo una gaviota
ve a un marino en libertad,
va en su barca de dos velas
sin timón ni capitán.

El marino va a otros mares
a buscar un litoral,
¡tierra nueva, sabia nueva!,
eso grita tan locuaz..."

...Más de pronto se oscurece,
la Atalaya hay que atizar,
ruedan leños y maderas
a la hoguera y el fanal.

Prenden vivas esas llamas
porque quieren avisar,
del peligro de la costa,
con sus bajos y coral.

Noche a noche la Atalaya
es la estrella en este mar,
es el faro y la linterna,
del marino y el sedal.

"...Atalaya, Atalayero",
repetía al regresar,
nuestra moza, la de Boria,
que fue a leña a Santillán..."

Rafael Sánchez Ortega ©
16/12/10

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