QUIZÁS AQUELLA NOCHE DE TORMENTA...
Quizás aquella noche de tormenta
tus ojos reflejaran cierto miedo,
más puede que mis ojos me engañaran
y fuera una cortina lo que vieron.
Un alma aparecía alborotada
en medio de la bruma y el silencio,
los rayos fantasmales de la vida
dejaban filigranas por los cielos.
Por eso yo pensé que tú temblabas,
que había en la mirada más que anhelos,
y puede que las nubes tortuosas
las viera simplemente con mi ensueño.
No sé por cuanto tiempo te quedaste,
mis ojos a tus ojos persiguieron,
se fueron a regiones infinitas
allí donde la paz es algo eterno.
Marché junto a tu mano temblorosa,
mis dedos enlazados con tus dedos,
buscando el paraíso de la vida,
aquel donde se vive con los sueños.
Más puede que los rayos y tormenta
cegaran a mis ojos tan sedientos,
y fueran mariposas de colores
productos del amor y del deseo.
Hay hombres que navegan por los mares
y niños que se mezclan con los cuentos,
a veces se confunden y se mezclan
cambiando sus papeles sin saberlo.
Por eso tengo dudas del pasado
y mezclo realidad con los recuerdos,
el hombre encallecido busca vida,
el niño fantasías con sus juegos.
La eterna paradoja del destino,
la eterna dualidad del hombre bueno,
el niño con la cara sonrosada
el hombre taciturno y tan entero.
Más sé que aquella noche de tormenta
temblaron nuestras almas y los cuerpos,
temblaron como tiemblan los amantes,
por causa del abrazo y de sus besos.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/12/10
tus ojos reflejaran cierto miedo,
más puede que mis ojos me engañaran
y fuera una cortina lo que vieron.
Un alma aparecía alborotada
en medio de la bruma y el silencio,
los rayos fantasmales de la vida
dejaban filigranas por los cielos.
Por eso yo pensé que tú temblabas,
que había en la mirada más que anhelos,
y puede que las nubes tortuosas
las viera simplemente con mi ensueño.
No sé por cuanto tiempo te quedaste,
mis ojos a tus ojos persiguieron,
se fueron a regiones infinitas
allí donde la paz es algo eterno.
Marché junto a tu mano temblorosa,
mis dedos enlazados con tus dedos,
buscando el paraíso de la vida,
aquel donde se vive con los sueños.
Más puede que los rayos y tormenta
cegaran a mis ojos tan sedientos,
y fueran mariposas de colores
productos del amor y del deseo.
Hay hombres que navegan por los mares
y niños que se mezclan con los cuentos,
a veces se confunden y se mezclan
cambiando sus papeles sin saberlo.
Por eso tengo dudas del pasado
y mezclo realidad con los recuerdos,
el hombre encallecido busca vida,
el niño fantasías con sus juegos.
La eterna paradoja del destino,
la eterna dualidad del hombre bueno,
el niño con la cara sonrosada
el hombre taciturno y tan entero.
Más sé que aquella noche de tormenta
temblaron nuestras almas y los cuerpos,
temblaron como tiemblan los amantes,
por causa del abrazo y de sus besos.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/12/10
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