SE CANSAN LOS RELOJES...
Se cansan los relojes
y el tiempo se detiene,
el viento ya no sopla
durmiéndose el nordeste.
Yo siento ese silencio
y pienso en carruseles,
en ratos del pasado
de niño y con juguetes.
Y pienso en ese tiempo
vivido y que no vuelve,
los años de la infancia
de sueños indelebles.
Con sueños que quedaron
grabados en la mente,
mezclados con los barcos
las playas y los trenes.
Eterna fantasía
de rosas y claveles,
de lirios y magnolias
en parques diferentes.
Yo sé que cada sueño
nos calma y entretiene,
nos deja relajados
en sábanas calientes.
Pero hay otros momentos
de sueños como nieve,
con pétalos de grana
y sangre que enloquece.
Entonces los sentidos
galopan indolentes,
sin fusta que atosigue
ni mano que los frene.
Por eso los relojes
se quedan hoy inertes,
se vuelven al pasado
y olvidan el presente.
Olvidan que aquel tiempo
fue tiempo de laureles,
un tiempo de bonanzas
y besos impacientes.
Más hoy es otro tiempo,
un tiempo más bien breve,
un tiempo sin engaños,
mentiras ni dobleces.
Y entonces los relojes,
cansados de vaivenes,
detienen sus sonidos
y simplemente duermen.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/02/11
y el tiempo se detiene,
el viento ya no sopla
durmiéndose el nordeste.
Yo siento ese silencio
y pienso en carruseles,
en ratos del pasado
de niño y con juguetes.
Y pienso en ese tiempo
vivido y que no vuelve,
los años de la infancia
de sueños indelebles.
Con sueños que quedaron
grabados en la mente,
mezclados con los barcos
las playas y los trenes.
Eterna fantasía
de rosas y claveles,
de lirios y magnolias
en parques diferentes.
Yo sé que cada sueño
nos calma y entretiene,
nos deja relajados
en sábanas calientes.
Pero hay otros momentos
de sueños como nieve,
con pétalos de grana
y sangre que enloquece.
Entonces los sentidos
galopan indolentes,
sin fusta que atosigue
ni mano que los frene.
Por eso los relojes
se quedan hoy inertes,
se vuelven al pasado
y olvidan el presente.
Olvidan que aquel tiempo
fue tiempo de laureles,
un tiempo de bonanzas
y besos impacientes.
Más hoy es otro tiempo,
un tiempo más bien breve,
un tiempo sin engaños,
mentiras ni dobleces.
Y entonces los relojes,
cansados de vaivenes,
detienen sus sonidos
y simplemente duermen.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/02/11
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