OPRIME EL CORAZÓN...
Oprime el corazón una tristeza profunda.
Hay soledad y silencio.
Si miro atrás veo sombras detenidas.
Alrededor una niebla espesa
impide continuar el camino.
Avanza la tarde y se acerca la noche.
El dolor desgarra el alma.
Hoy entiendo lo que es la soledad,
el silencio prolongado
y no buscado,
la falta de alegría en el ambiente,
la ausencia de risas y carreras infantiles,
la nota diferente que ofrecían aquellos ojos,
cansados de mi madre,
la melodía de los labios amados
con su voz en la distancia,
las luces de fiesta poniendo su nota
y distintivo a estos días,
la ilusión de mi corazón por reunirnos,
todos,
en estas horas únicas del año
y, así, sentirnos más cerca...
Pero hoy la soledad y el silencio
son la nota de tristeza que me rodea.
Quisiera llorar pero no debo ni puedo.
Quisiera correr y huir,
partir hacia otros lugares,
marchar lejos de esta realidad
y estas fechas,
pero no es lo sensato y debo asumir
que todo ha cambiado,
que ella ya no está,
que los demás ya no vendrán,
que los niños respetarán el silencio
que yo, ahora, quisiera romper y quebrar
en mil pedazos,
para que cada uno siga su vida,
igual que yo debo de seguir la mía...
Pero me duele el alma y debo de gritarlo,
debo decirlo,
debo escribir
y hablarte
y hablarme.
Debo decirte que mi corazón sangra
y que la herida no está cerrada,
que me falta el aire
y que los suspiros van en aumento
ante esta tristeza que llega,
aprieta,
y atenaza el corazón con ese nudo
que trazaron tus dedos.
Pero debo escribir,
gritar,
hablarle al viento,
al cielo y a cualquiera que me mire,
aunque me tomen por un loco,
y debo hacerlo,
para no ahogarme,
en este círculo cerrado
donde ahora me encuentro
y porque la poesía y la vida
me lo exigen y precisan
con el galope incesante
de la sangre por mis venas
que quiere desbocar
y dar un nuevo aliento y esperanza
a mi viejo y cansado corazón.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/12/17
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