HAGO UN ALTO EN MI SOLEDAD...
Hago un alto en mi soledad
y me vuelvo a ti, Ciudad Recuerdo.
Me pongo a escribir estas letras,
ya que en ellas quiero darte los buenos días,
desearte una feliz jornada
y que el día ilumine tu cara
con una sonrisa amplia y sincera en tus labios.
Pero hoy hago un paréntesis
y no quiero seguir el rumor del pasado
y sí buscar la copa del néctar
entre los jardines de la vida.
También quiero pasear, hablar, compartir,
amar lo que me rodea, así como a sus gentes
y a las pequeñas cosas
en las que los demás mortales no se fijan,
ya que ese es quizás nuestro objetivo como poetas.
Reflejar en el cuaderno las imágenes,
como hacen los pintores,
pero dándo ese tono y calor especial y diferente
en las letras que las diferencie
del pincel y la paleta.
Hablar de todo y escuchar el silencio.
Hablar con todos y escuchar los susurros
de los corazones.
Hablar con las piedras, con el agua,
con el fuego, con la nieve...
Hablar contigo, Ciudad Recuerdo,
en un monólogo sin pies ni cabeza,
pero hacerlo de una manera serena y firme,
buscando en los cruces de palabras
los pasos del baile inacabado,
aquel que quizás nunca iniciamos
o aquel otro que un día soñamos
y en el que seguimos los primeros compases,
mientras a nuestro alrededor se encendían
las luces y candilejas del alma,
para acabar con aquellos fuegos de artificio
que nos hacían cerrar los ojos y lanzar un suspiro.
¡Reir, soñar, amar...!
¡Bendita soledad que ahora descubro!,
¿por qué has estado oculta tanto tiempo?,
¿por qué no me dejaste compartirte?,
¿por qué te me escondías en los mares
y fundías con los vientos del nordeste?...
Es posible que te viera allí,
en un rincón del tiempo, tan sagrado,
en esa Ciudad Recuerdo que no olvido,
en ese mundo imaginario donde viven los poetas
y en ese soliloquio de rumores y de espuma
con el sístole y el diástole continuo
que renuevan nuestra sangre.
Es posible que allí fuera donde un día
se cerraron las ventanas de las casas
y también donde los juglares condenaran
a los libros en la hoguera.
Es posible que allí nacieran la ignorancia,
el recelo y la nostalgia,
en las calles olvidadas por las gentes,
entre ortigas y desechos de basuras.
¡Es posible...!
Pero ahora te recojo nuevamente
y te rescato de las garras de la vil indiferencia,
te hago mía y te acaricio.
Yo te hablo como se hablan los amantes
y te cuento mis historias del pasado y del presente
y hasta hago que mis sueños se adormezcan
en tus brazos y en tu seno,
para luego acariciarte con mi voz engatusada,
que te envuelva, que te llene,
que te arranque mil suspiros
y te diga que "adelante soledad,
no tengas miedo,
no le temas al pasado ni al presente
y comparte la solera del futuro y de tu alma,
allí está lo que tú quieres y tú anhelas,
allí está la mariposa de colores esperando
que la llames,
que la busques, que la mires y la atiendas,
allí está la golondrina del otoño
con su vuelo multiforme,
deseando que la esperes en su vuelo,
allí está la margarita floreciente
que ha surgido en primavera,
allí están las iniciales con tu nombre
que musitan y murmuran unos labios en sus sueños..."
Y si fue así, que allí te vi
y allí te busco ahora nuevamente,
en ese lugar tan lindo y tan hermoso de la vida,
y en ese altar de la colina;
en la Ciudad Recuerdo que ahora yo pretendo rescatar
para detener y emborracharme de ese tiempo
y arañar cada minuto de la vida,
paladeando los segundos que transcurran
y sintiendo la caricia de la brisa,
con tus manos en mis manos,
con tus labios en mis labios,
con mis dedos percibiendo los latidos de tu pecho,
con mi alma suspirando y recibiendo las caricias
y el perfume de tu alma...
Ya quiero dejar atrás el tiempo y la nostalgia,
quiero reir contigo y caminar sin prisas
junto al lago de los cisnes
para acudir de nuevo a buscar la rosa roja,
inmaculada, que plasmó nuestros destinos,
que llevamos en el alma tanto tiempo
y que un día alguien intentó quitarnos,
confundirnos y hasta hacer que nos perdiéramos
en medio de la jungla y laberinto
de la vida y las pasiones..."
Rafael Sánchez Ortega ©
27/07/11
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