TENÍAS ESE ENCANTO...
Tenías ese encanto sugerente
que emana de la tierra y de la vida,
la eterna maravilla de los dioses
que hicieron renacer a las cenizas.
Por eso no te cause gran sorpresa,
saber estas palabras que te diga,
pues fueron las respuestas de mi alma
al ver y al entender tu poesía.
Imágenes sucintas y concretas
de un cuerpo doblegado por la brisa,
igual que tantos lirios, en el río,
mecidos por el agua en sus orillas.
Dejaste en mi recuerdo tantas cosas
que incluso me prestaste tu sonrisa,
la misma que afloraba por tus labios
llenándolos de tiernas margaritas.
Tenías ese encanto diferente
que pronto comprendí lo que sentía,
el duro corazón que va en mi pecho,
por medio de latidos y de prisas.
Quería recorrer aquel camino
llevándote, mi Amor, hasta la cima,
allí, donde se duermen las estrellas,
oyendo a las cigarras que platican.
Entonces me tomaste de las manos
queriendo que escribiera en tu cuartilla,
el verso enamorado, con tu nombre,
que torpe, en mis estrofas, escondía.
Y así lo realicé, sin gran demora,
pudiendo comprobar la luz divina,
aquella que saliendo de tus ojos
también iluminaba mis mejillas.
"...Tenías ese encanto, diferente,
que de él me enamoré, querida niña,
por eso yo te dije que te amaba
y un sí, me contestaron, tus pupilas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
23/08/15
que emana de la tierra y de la vida,
la eterna maravilla de los dioses
que hicieron renacer a las cenizas.
Por eso no te cause gran sorpresa,
saber estas palabras que te diga,
pues fueron las respuestas de mi alma
al ver y al entender tu poesía.
Imágenes sucintas y concretas
de un cuerpo doblegado por la brisa,
igual que tantos lirios, en el río,
mecidos por el agua en sus orillas.
Dejaste en mi recuerdo tantas cosas
que incluso me prestaste tu sonrisa,
la misma que afloraba por tus labios
llenándolos de tiernas margaritas.
Tenías ese encanto diferente
que pronto comprendí lo que sentía,
el duro corazón que va en mi pecho,
por medio de latidos y de prisas.
Quería recorrer aquel camino
llevándote, mi Amor, hasta la cima,
allí, donde se duermen las estrellas,
oyendo a las cigarras que platican.
Entonces me tomaste de las manos
queriendo que escribiera en tu cuartilla,
el verso enamorado, con tu nombre,
que torpe, en mis estrofas, escondía.
Y así lo realicé, sin gran demora,
pudiendo comprobar la luz divina,
aquella que saliendo de tus ojos
también iluminaba mis mejillas.
"...Tenías ese encanto, diferente,
que de él me enamoré, querida niña,
por eso yo te dije que te amaba
y un sí, me contestaron, tus pupilas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
23/08/15
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