FUE AQUEL BESO...
Fue aquel beso sin querer,
un leve roce
y por algo se callaron las cigarras
porque luego, en el silencio, se extasiaron
con el beso.
Quizás aquel detalle, repentino, de la brisa,
las olas ondulando su melena,
el viento que buscaba y desnudaba,
sin descanso,
los pechos y las almas.
Entonces unos labios suspiraron.
Querían y pedían otros besos,
ansiaban la caricia humedecida
y el néctar que dejaba su regalo.
Los ojos se cerraron dulcemente
y luego las imágenes volvieron
cargadas de recuerdos.
Imágenes de tiempos
y de fechas guardadas, y mimadas,
con nombres de personas,
con sitios visitados,
con días relativos de castillos en el aire,
con noches y paseos desgranando sentimientos,
y otros, en que el tiempo se paraba
a través de las caricias de los duendes.
"Un beso" suplicaban, esos labios temblorosos,
en la puerta del palacio abandonado,
en la esquina de la iglesia,
en la calle centenaria de la aldea,
en la plaza solitaria con su fuente,
y en la puerta que otras veces le esperaba
con las manos, impacientes, hoy ausentes,
que cerraban la ventana.
Fue aquel beso, sin querer,
una sorpresa.
Una bella sensación, una caricia,
un instante de enmarcar en el recuerdo,
una chispa de glamour y de alegría
una gota de rocío en el desierto,
y un clavel con gran candor,
en unos labios infantiles,
aunque fuera en el silencio
y en los besos encantados,
de ese viento,
que robaron las estrellas.
Rafael Sánchez Ortega ©
15/04/16
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