LLEVABAS TU PASIÓN A LA LOCURA...
Llevabas tu pasión a la locura
haciendo suspirar a las estrellas,
tus manos recorriendo mil senderos,
los dedos, sin parar, en la contienda.
Tenías un encanto sugerente,
un aire de emoción, en tu presencia,
el pelo desprendido, y sin horquillas,
dejaba escalofríos en las venas.
De pronto penetraste en mis sentidos
sacando mariposas pizpiretas,
algunas se quedaron en tus ojos
así como las otras en tu esencia.
Seguías con tu cuerpo enfebrecido
haciendo del amor una promesa,
un acto inenarrable de ternura
al cuerpo, tan amado, que deseas.
El tiempo se paraba con tu abrazo,
los dedos en la espalda tan morena,
buscando esos resquicios por sus poros,
la sal y la resaca que allí encierra.
Hablaban en presente y en pasado
las manos que querían ser traviesas,
por eso se extendían a los muslos
y, luego, descendían a las piernas.
Los cuerpos emitían mil jadeos,
los labios se buscaban con sus lenguas,
había un intercambio de pasiones,
sudores y estallidos de galernas.
La lava, presurosa, e irresistible
brotaba con susurros y violetas,
haciendo que la sangre acelerara
su raudo caminar en esta escena.
"...De pronto descubriste, sin palabras,
al hombre que te amaba, sin reservas,
estaba entre tus brazos, dulcemente,
sintiendo la ternura de esa entrega..."
Rafael Sánchez Ortega ©
18/04/16
haciendo suspirar a las estrellas,
tus manos recorriendo mil senderos,
los dedos, sin parar, en la contienda.
Tenías un encanto sugerente,
un aire de emoción, en tu presencia,
el pelo desprendido, y sin horquillas,
dejaba escalofríos en las venas.
De pronto penetraste en mis sentidos
sacando mariposas pizpiretas,
algunas se quedaron en tus ojos
así como las otras en tu esencia.
Seguías con tu cuerpo enfebrecido
haciendo del amor una promesa,
un acto inenarrable de ternura
al cuerpo, tan amado, que deseas.
El tiempo se paraba con tu abrazo,
los dedos en la espalda tan morena,
buscando esos resquicios por sus poros,
la sal y la resaca que allí encierra.
Hablaban en presente y en pasado
las manos que querían ser traviesas,
por eso se extendían a los muslos
y, luego, descendían a las piernas.
Los cuerpos emitían mil jadeos,
los labios se buscaban con sus lenguas,
había un intercambio de pasiones,
sudores y estallidos de galernas.
La lava, presurosa, e irresistible
brotaba con susurros y violetas,
haciendo que la sangre acelerara
su raudo caminar en esta escena.
"...De pronto descubriste, sin palabras,
al hombre que te amaba, sin reservas,
estaba entre tus brazos, dulcemente,
sintiendo la ternura de esa entrega..."
Rafael Sánchez Ortega ©
18/04/16
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario