SE HAN QUEDADO TUS LABIOS CERRADOS...
(A mi madre...)
Se han quedado tus labios cerrados
sin decir una sola palabra;
pero yo que viví tu alegría,
que sentí tu caricia y mirada,
sigo oyendo tal vez, para siempre,
el candor de tu voz que me llama.
Yo sé bien lo que deja la vida
y que tú con paciencia enseñabas,
y lo sé por los años vividos
mientras tú me pasabas la canas
que, ahora yo, con paciencia las llevo,
mientras busco, en el cielo, tu llama.
Fuiste fuego e ilusión encendida,
corazón trabajando y sin paga,
caminante en un mundo distinto
de un marino, paciente, y sin barca,
aunque luego se abrieron las manos
de ese cielo que alberga tu alma.
Me tejiste jerseis y chaquetas
con tus dedos, divinos, de plata
que trazaron dibujos sencillos
para dar más grosor a la lana
y que luego vestían mi cuerpo
y del frío, cruel, me guardaban.
Yo te vi capeando la vida,
entre mieles, sonrisas y lágrimas,
sorteando la boya y la amura,
de la barca, que a ti te entregaran,
y llevabas, paciente, contigo
cual remera con bromas extrañas.
Pero un día, cualquiera, de enero,
tú sentiste la urgente llamada,
esa voz que se siente, de pronto,
y que a todos, nos llega y alcanza,
y partiste, en silencio, a los cielos,
para en él escuchar esta nana.
"...Se han quedado tus labios cerrados,
más yo sé que suspiran y hablan,
porque quieres contarnos tus cosas,
lo que ves, lo que opinas y trazas,
para hacer que sigamos tus pasos,
en la vida que tú tanto amabas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/01/17
sin decir una sola palabra;
pero yo que viví tu alegría,
que sentí tu caricia y mirada,
sigo oyendo tal vez, para siempre,
el candor de tu voz que me llama.
Yo sé bien lo que deja la vida
y que tú con paciencia enseñabas,
y lo sé por los años vividos
mientras tú me pasabas la canas
que, ahora yo, con paciencia las llevo,
mientras busco, en el cielo, tu llama.
Fuiste fuego e ilusión encendida,
corazón trabajando y sin paga,
caminante en un mundo distinto
de un marino, paciente, y sin barca,
aunque luego se abrieron las manos
de ese cielo que alberga tu alma.
Me tejiste jerseis y chaquetas
con tus dedos, divinos, de plata
que trazaron dibujos sencillos
para dar más grosor a la lana
y que luego vestían mi cuerpo
y del frío, cruel, me guardaban.
Yo te vi capeando la vida,
entre mieles, sonrisas y lágrimas,
sorteando la boya y la amura,
de la barca, que a ti te entregaran,
y llevabas, paciente, contigo
cual remera con bromas extrañas.
Pero un día, cualquiera, de enero,
tú sentiste la urgente llamada,
esa voz que se siente, de pronto,
y que a todos, nos llega y alcanza,
y partiste, en silencio, a los cielos,
para en él escuchar esta nana.
"...Se han quedado tus labios cerrados,
más yo sé que suspiran y hablan,
porque quieres contarnos tus cosas,
lo que ves, lo que opinas y trazas,
para hacer que sigamos tus pasos,
en la vida que tú tanto amabas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/01/17
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