ME PUSE A CONTAR LOS DÍAS
Me puse a contar los días
mientras las horas pasaban,
el tiempo no se detuvo
ni los ocasos ni el alba.
Estaba triste, muy triste,
y hasta mis ojos lloraban,
ansiaba quizás el beso,
y las caricias amadas.
Pero ya nada tenía,
sólo la arena y la playa,
y ese rumor de las olas
que hasta mi lado llegaban.
Me puse a contar los días,
mientras la brisa sagrada,
rozaba suave mi cuerpo
y me curtía la cara.
Cerré los ojos cansados
y levanté la mirada,
buscando arriba, en el cielo,
a las estrellas lejanas.
Y contemplé su silencio,
ese destello que manda,
ese tic-tac de sus ojos,
esa caricia velada.
Me puse a contar los días
con tu recuerdo en el alma,
no sé la suma de todos
porque mis dedos temblaban.
Temblaban sí, levemente,
como la cuerda del arpa,
que tras pulsarla otros dedos
hace rodar una lágrima.
Y me quedé con mis sueños,
mis fantasías y nanas,
con mis pegasos alados
y la canción del pirata.
Me puse a contar los días
pero esos días no estaban,
no había días pendientes,
sólo el pasado y la nada.
Y entre el pasado tus ojos
con una lágrima amarga,
con el temblor de tu cuerpo,
con tu figura cansada.
Entonces tomé tus manos,
besé tus labios de nácar,
sentí latir a tu pecho
que susurrando me hablaba.
...Me puse a contar los días
pero olvidé la pizarra,
tú me entregaste tus besos,
que con mis besos se amaban.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/03/10
mientras las horas pasaban,
el tiempo no se detuvo
ni los ocasos ni el alba.
Estaba triste, muy triste,
y hasta mis ojos lloraban,
ansiaba quizás el beso,
y las caricias amadas.
Pero ya nada tenía,
sólo la arena y la playa,
y ese rumor de las olas
que hasta mi lado llegaban.
Me puse a contar los días,
mientras la brisa sagrada,
rozaba suave mi cuerpo
y me curtía la cara.
Cerré los ojos cansados
y levanté la mirada,
buscando arriba, en el cielo,
a las estrellas lejanas.
Y contemplé su silencio,
ese destello que manda,
ese tic-tac de sus ojos,
esa caricia velada.
Me puse a contar los días
con tu recuerdo en el alma,
no sé la suma de todos
porque mis dedos temblaban.
Temblaban sí, levemente,
como la cuerda del arpa,
que tras pulsarla otros dedos
hace rodar una lágrima.
Y me quedé con mis sueños,
mis fantasías y nanas,
con mis pegasos alados
y la canción del pirata.
Me puse a contar los días
pero esos días no estaban,
no había días pendientes,
sólo el pasado y la nada.
Y entre el pasado tus ojos
con una lágrima amarga,
con el temblor de tu cuerpo,
con tu figura cansada.
Entonces tomé tus manos,
besé tus labios de nácar,
sentí latir a tu pecho
que susurrando me hablaba.
...Me puse a contar los días
pero olvidé la pizarra,
tú me entregaste tus besos,
que con mis besos se amaban.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/03/10
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