PASA EL TIEMPO Y CORREN LOS MINUTOS
Pasa el tiempo y corren los minutos.
El silencio se masca lentamente.
Hay vacío y soledad,
hay quietud,
hay ruidos en la calle por los coches
que circulan;
se oyen voces de las gentes en los bares,
hay pisadas que resuenan entre risas y jolgorio.
Me refugio entre los pliegues de mi alma.
Tengo frío en esta noche,
tengo un algo que no sé cómo expresarlo,
tengo angustia contenida,
tengo sed y tengo hambre
de beber entre tus labios
ese líquido sagrado de los besos.
Sin embargo pasa el tiempo.
El reloj no se detiene ni se para,
continúa su tic-tac con parsimonia,
tan ajeno a nuestra vida
como un astro de los cielos ante el hombre.
En un acto irreflexivo me detengo.
Busco cerca ese contacto que no tengo,
busco abrigo y busco abrazo,
busco el cuerpo tan ansiado que preciso
y necesito,
como el mar en la rompiente de la costa.
Mis recuerdos a ti vuelven
como ola en la resaca,
a dormir entre la arena de la playa
y entre el eco que me dejan los momentos
que no olvido del pasado.
Siento frío nuevamente.
Mi mirada temblorosa se estremece,
no te veo ni distingo tu llegada,
no te escucho ni tampoco los latidos
de tu pecho,
no te siento entre mis dedos
ateridos por el frío
y por los años del otoño.
Sin embargo estás muy cerca y me acaricias.
Es tu mano la que roza mis mejillas
cuando duermo,
cuando cierro ya mis ojos muy cansados,
cuando ceso en esta lucha por la vida,
cuando busco entre las sombras y tinieblas
esa luz con la esperanza de tu nombre.
Y allí estás y yo te siento,
es el cáliz de tu copa
el que me entregas con tus manos,
son tus dedos tan preciosos
los que rozan mis cabellos,
son tus ojos los que hablan sin palabras
y me dicen tantas cosas,
son tus labios los que besan a mis labios
y es tu boca la que deja en mis oídos
esa frase que estremece y que acalora,
que me hace sentir vivo y no en un sueño.
Y me duermo en el silencio con el tiempo,
con tu cuerpo en mi costado,
con tus manos en mis manos,
compartiendo los suspiros y los sueños,
mientras lindas mariposas parpadean
y hacen guardia en este acto,
del amor entre dos cuerpos
y dos almas,
bajo el manto de la noche y las estrellas
que vigilan nuestros sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/03/13
El silencio se masca lentamente.
Hay vacío y soledad,
hay quietud,
hay ruidos en la calle por los coches
que circulan;
se oyen voces de las gentes en los bares,
hay pisadas que resuenan entre risas y jolgorio.
Me refugio entre los pliegues de mi alma.
Tengo frío en esta noche,
tengo un algo que no sé cómo expresarlo,
tengo angustia contenida,
tengo sed y tengo hambre
de beber entre tus labios
ese líquido sagrado de los besos.
Sin embargo pasa el tiempo.
El reloj no se detiene ni se para,
continúa su tic-tac con parsimonia,
tan ajeno a nuestra vida
como un astro de los cielos ante el hombre.
En un acto irreflexivo me detengo.
Busco cerca ese contacto que no tengo,
busco abrigo y busco abrazo,
busco el cuerpo tan ansiado que preciso
y necesito,
como el mar en la rompiente de la costa.
Mis recuerdos a ti vuelven
como ola en la resaca,
a dormir entre la arena de la playa
y entre el eco que me dejan los momentos
que no olvido del pasado.
Siento frío nuevamente.
Mi mirada temblorosa se estremece,
no te veo ni distingo tu llegada,
no te escucho ni tampoco los latidos
de tu pecho,
no te siento entre mis dedos
ateridos por el frío
y por los años del otoño.
Sin embargo estás muy cerca y me acaricias.
Es tu mano la que roza mis mejillas
cuando duermo,
cuando cierro ya mis ojos muy cansados,
cuando ceso en esta lucha por la vida,
cuando busco entre las sombras y tinieblas
esa luz con la esperanza de tu nombre.
Y allí estás y yo te siento,
es el cáliz de tu copa
el que me entregas con tus manos,
son tus dedos tan preciosos
los que rozan mis cabellos,
son tus ojos los que hablan sin palabras
y me dicen tantas cosas,
son tus labios los que besan a mis labios
y es tu boca la que deja en mis oídos
esa frase que estremece y que acalora,
que me hace sentir vivo y no en un sueño.
Y me duermo en el silencio con el tiempo,
con tu cuerpo en mi costado,
con tus manos en mis manos,
compartiendo los suspiros y los sueños,
mientras lindas mariposas parpadean
y hacen guardia en este acto,
del amor entre dos cuerpos
y dos almas,
bajo el manto de la noche y las estrellas
que vigilan nuestros sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/03/13
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