TUS OJOS INOCENTES...
A INES...
Tus ojos inocentes me miraron,
traían un color de caramelo,
y entonces comenzaron tus palabras
a decirme, sin pausa, todo aquello.
Decías que tenías a otros niños,
amigos, con quien ibas al colegio,
también me comentaste que jugabas
en patios, en jardines y recreos.
Me hablaste de las flores que cogían
tus dedos, pequeñitos, sin recelo,
cuidando de juntar muchos colores,
en ramo variopinto como un sello.
Me gusta el amarillo, me dijiste,
también tener un grillo era un deseo,
y luego me contaste de la jaula
comprada y esperando al prisionero.
Tus ojos inocentes, tan nerviosos,
buscaban tras las nubes a los cielos,
en ellas, susurrabas, se encontraban,
figuras y animales muy diversos.
Decías que creías ver caballos,
incluso algunos ponis con los ciervos,
decías que allá arriba había vacas,
también algunos toros y terneros.
Bajábamos del pueblo con cuidado
para ir pasito a paso al otro pueblo,
un mundo de ilusión y fantasía
y tú, mi princesita, eras el centro.
Sentía un cosquilleo por el alma,
tu voz y tu sonrisa eran mis sueños,
¡qué cuadro tan hermoso el de esa tarde
dejaste para siempre en mi recuerdo!
"...Tus ojos inocentes e infantiles
tenían el acorde de los versos,
¡por eso qué poema tan sublime
mandaste con tus labios al abuelo!..."
Rafael Sánchez Ortega ©
24/04/17
traían un color de caramelo,
y entonces comenzaron tus palabras
a decirme, sin pausa, todo aquello.
Decías que tenías a otros niños,
amigos, con quien ibas al colegio,
también me comentaste que jugabas
en patios, en jardines y recreos.
Me hablaste de las flores que cogían
tus dedos, pequeñitos, sin recelo,
cuidando de juntar muchos colores,
en ramo variopinto como un sello.
Me gusta el amarillo, me dijiste,
también tener un grillo era un deseo,
y luego me contaste de la jaula
comprada y esperando al prisionero.
Tus ojos inocentes, tan nerviosos,
buscaban tras las nubes a los cielos,
en ellas, susurrabas, se encontraban,
figuras y animales muy diversos.
Decías que creías ver caballos,
incluso algunos ponis con los ciervos,
decías que allá arriba había vacas,
también algunos toros y terneros.
Bajábamos del pueblo con cuidado
para ir pasito a paso al otro pueblo,
un mundo de ilusión y fantasía
y tú, mi princesita, eras el centro.
Sentía un cosquilleo por el alma,
tu voz y tu sonrisa eran mis sueños,
¡qué cuadro tan hermoso el de esa tarde
dejaste para siempre en mi recuerdo!
"...Tus ojos inocentes e infantiles
tenían el acorde de los versos,
¡por eso qué poema tan sublime
mandaste con tus labios al abuelo!..."
Rafael Sánchez Ortega ©
24/04/17
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