EN TUS OJOS...

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En tus ojos no había ni una nube
y los mismos emitían mil reflejos,
buscando, sin cesar, un tanto lejos,
el paso del que sigue y del que sube.

El néctar de ese vino que en su entube
macera su solera sin complejos,
igual que los otoños de los viejos,
buscando en el poema su querube.

Palabras que se dicen sin alarde
y brotan a pesar de la distancia
tratando de llegar de tarde en tarde.

Me queda tu pupila de la infancia,
espero que la misma me resguarde
y siga, junto a mí, sin petulancia.

Rafael Sánchez Ortega ©
23/11/17

LA POESÍA Y LA VIDA...

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La poesía y la vida
están aquí,
y nos acosan,
con sus brazos alargados
que se estiran para atraparnos,
para cubrirnos de caricias,
para dejarnos su hermosura
y su tristeza,
para que veamos en ellas
la esencia y el camino 
a seguir,
para que cortemos con el cuchillo
esa piel de nata que las cubre
y entremos adentro,
en el paisaje recubierto de ensueño,
allí donde las margaritas florecen
entre la hierba,
donde los vencejos platican
sin cesar en la mañana,
donde las mariposas suspiran
en su vuelo de colores,
donde las olas murmuran
en las rompientes,
donde los trigales bailan
bajo el sol de agosto,
donde los niños persiguen 
a las sombras,
donde los ancianos dormitan
en el parque
y donde los sueños se transforman
y persiguen a la poesía 
y a la vida.

La poesía y la vida 
están aquí,
y están en ti y están en mí
y nada podemos hacer para impedirlo
ya que sus largos dedos
toman los nuestros, de trapo,
y nos llevan en un viaje irrepetible
por un mundo apresurado,
por un mundo soñoliento,
y aceleran sus latidos
y despiertan a las calles y ciudades,
a sus hombres y mujeres
y les dicen que se animen,
que sonrían,
que se aparten y que olviden a las dudas,
que no teman al futuro
y que vivan el presente,
intensamente,
recogiendo los detalles
que perciben los sentidos;
esa voz, inolvidable, de la tierra,
esa otra, incomparable de los cielos
y del mar, 
esa música del viento y de la brisa,
cuando llega y acaricia,
cuando arranca las cuadernas 
de las almas
y desnuda, ante el espejo,
el corazón de los cobardes
y los hace más valientes.

Porque la poesía y la vida
están aquí,
y tú lo sabes, como yo,
ya que bebimos de su copa
y escanciamos ese néctar en sus versos,
nos llenamos con su tinta
y vivimos embriagados
unos días de placer y de agonía,
persiguiendo los gorriones,
y después las golondrinas,
como dos enamorados;
y ahora mismo proseguimos el camino,
retomando en el cuaderno de la vida
todo aquello que palpita,
esa brizna que susurra una plegaria,
ese eterno carrusel 
de sensaciones agridulces 
que componen el poema,
esos versos que destilan los segundos,
esa estrofa, sin sentido, que se encuentra
en todas partes,
y ese soplo que nos dice, "sin palabras",
que adelante,
que la vida no se acaba ni termina
cada día,
y que todo continúa en un poema,
con tu nombre y con el mío.

Rafael Sánchez Ortega ©
22/11/17

RELOJ...

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Reloj que restas las horas
de este tiempo en el que vivo,
y te muestras tan sereno
a pesar de tantos gritos,
ya que cantan las cigarras,
los gorriones y los grillos,
dime tú ¿cuándo comienza
este viaje al infinito?
dime tú, desde el silencio
de la torre del castillo
¿dónde están esas cañadas
y en las mismas los caminos?
porque quiero ver las huellas
que plasmaron los bandidos
y esas otras, singulares,
de esforzados peregrinos.

Reloj que aguantas los años
imperturbable a los fríos,
a las lluvias torrenciales
y a calores de delirio;
tú que ves pasar los días
y las noches en tu sitio,
sin apenas sobresaltos
ni dar muestras de cariño,
dime entonces la receta
de esta resta a mis suspiros,
ya que avanzan los segundos
a ese tren que es mi enemigo,
aunque a veces tenga dudas
y no sepa lo que digo
quiero ser y estar consciente
por los siglos de los siglos.

Reloj que vas en el alma
controlando sus trocitos,
dame tú, sin decir nada,
la respuesta que persigo,
dame el canto de las horas
en el llanto del rocío,
y esa brisa imperceptible
en el baile de los lirios,
el susurro de las olas,
el bogar de los marinos,
la sonrisa de la luna
y sus ojos tan bonitos;
aunque olvida mis palabras,
ya que en ellas me despisto,
y prosigue tu descuento
en silencio y a tu ritmo.

"...Reloj que restas las horas
y que estás, aquí, conmigo,
haz que viva este presente
y que apure sus latidos..."

Rafael Sánchez Ortega ©
21/11/17

CUANDO YO ME MARCHE...

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Cuando yo me marche,
que será algún día,
cuando me fatigue,
cuando tome tila,
cuando sea viejo,
cuando ya no escriba,
todas las palomas
vendrán a por migas,
también los gorriones,
las hadas madrinas,
y algunos amigos,
con gran cortesía,
dirán con tristeza:
"qué corta es la vida"

Yo sé que las rosas
se quedan marchitas,
también los poemas
escritos en tinta,
y esto es lo que duele
y esto es lo que grita,
y esto es lo que cansa,
porque tiene espinas,
y esto me hace daño,
la prosa maldita,
y esto me hace lobo
que aulla y que grita,
aunque sea un niño
que sigue en su misa.

Tantas decepciones
causan las partidas,
y aquello que dejas
atrás en las vías,
maletas, andenes
y un tanto de envidia,
poemas y versos
que nadie acaricia;
estoy muy cansado
y soy una birria,
viajero sin norte
buscando el tranvía;
la luna, en el cielo,
susurra y me mira,
diciendo: "Poeta,
¡disfruta tu vida!"

Rafael Sánchez Ortega ©
20/11/17

PARECE QUE ES ASÍ...

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Parece que es así, como un suspiro,
un fragmento del tiempo en una estrella,
un rosal encumbrado en la epopeya,
un lamento olvidado en un zafiro;

un clavel candoroso al que yo admiro,
una voz juvenil y de doncella,
un arrullo ardoroso que atropella,
una tarde de otoño en que deliro;

un cambiar lo vulgar por lo discreto,
un volver a asumir algún secreto,
una tarde con luna que se esfuma,

un sentir por la vida el fiel respeto,
una mano que llega y que consuma;
y una voz y el amor en un soneto.

Rafael Sánchez Ortega ©
19/11/17

CANTAN LAS OLAS SOMBRÍAS...

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Cantan las olas sombrías
al acercarse a la playa
tras navegar por los mares
entre el salitre y las algas.
Son las sirenas dormidas
que se despiertan y cantan,
porque adivinan la tierra
y su conjunto de magia.
Es ese verso incompleto
donde los sueños descansan,
donde las almas se abonan
para encontrar esperanzas.
Es el poema y la vida,
en otra página blanca,
donde renacen los sueños
y se abandonan las lágrimas.

Cantan las olas, repito,
con su ternura y nostalgia,
en el romance perfecto
que le han legado las aguas.
Hablan de barcos y puertos,
de corsarios y de piratas,
con grumetes y princesas
peleando por su causa.
También cuentan de marinos
de la pesca con las cañas,
del besugo y la merluza,
en palangres con carnada.
Y así se van serenando
estos cantos y algazaras,
como ese suave murmullo
que destilan las tonadas.

"...Pero el cantar de las olas
es melodía que atrapa,
es el latir de un poema
en esta vida que pasa..."

Rafael Sánchez Ortega ©
18/11/17

LA NOCHE...

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La noche se presentaba larga y escurridiza 
y más tras la siesta y el descanso 
que la había precedido. 

Tú dormías a mi lado en un sueño profundo,
aunque de vez en cuando te movías inquieta 
y pronunciabas palabras sin sentido
y producto del sueño. 

Te miraba y escribía.
Buscaba las estrellas que brillan a lo lejos, 
más allá de una luna de plata, 
silenciosa,
que asomaba su cara entre las nubes oscuras. 
Había en el ambiente como una música imperceptible 
que bajaba del cielo y parecía querer
acariciarnos con sus notas. 

Pensaba en ti mientras escribía y te miraba.
Pensaba en aquel día en que te vi llorando 
y con unas lágrimas bajando
por tus mejillas. 
Recordaba ese instante en que te pregunté
por el motivo 
y tú me respondiste con un beso
para cerrar mis labios a las preguntas...

Beso agridulce con lágrimas saladas
y con la tristeza anidando en mi alma
inocente.

Pero la noche acababa de comenzar
y aún quedaban muchas horas.
Horas en que las letras nerviosas
saldrían al cuaderno a protestar,
a gritar a decir, en su escritura,
lo que los labios se negaban 
a decir.
Horas en que los versos se formarían,
sin darse cuenta,
perfilando un poema cruel y sincero.
Horas largas e interminables,
horas en que escucharíamos el latido 
de los corazones
en esa partida irremediable por el tiempo 
que conduce
al alba.

Atrás quedaría el beso y las lágrimas,
la tristeza y los sueños.
Atrás quedaríamos nosotros,
con aquella ilusión y tantos proyectos
que el destino no quiso
llevar a buen puerto.

Recuerdo que vimos las luces llegar,
que recogimos las maletas
y nos subimos al tren,
en vagones diferentes
y en una estación equivocada,
mientras la noche marchaba lejos
con su manto negro de tristeza.

Rafael Sánchez Ortega ©
17/11/17

EN LA MESA...

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En la mesa me espera
el café de cada tarde
y tu recuerdo.

Porque aquella tarde
fue una tarde diferente
que llegó tras el paseo
que dimos en la montaña.

Nos sentamos en la cafetería 
y nos miramos;
se buscaron nuestras manos
en silencio
y dejamos que brotaran
las palabras de los labios.

Tú me hablaste de tu vida,
del trabajo, de la familia 
y de aquellos mil detalles
que intuía y me fueron acercando,
de una forma más precisa,
a tu figura.

Yo te hablé de mis proyectos,
de mi vida personal,
de mis sueños inmediatos e irreales,
de los otros que vivía cada día
en el trabajo,
y también de ese poema que me oíste
recitar en una tarde
y que llamó tu atención
produndamente.

Me preguntaste por el mar
que ¿cómo era?, 
si tenían sus praderas horizontes
y si había los veleros y las olas
que decía y que salían en mis versos.

Tú me viste sonreír y enmudeciste.
Diste un sorbo a tu café
que te esperaba, muy templado,
y con él a mi respuesta.

Yo te hablé de aquella Mar que conocía,
del abrazo irreverente de sus olas,
de las miles de caricias que dejaban
por la arena de la playa 
extendiendo su melena,
de los besos incontables que ofrecía
a cada instante,
del susurro y los acordes que mandaban
las resacas,
de sus ojos de turquesa que embobaban
los sentidos,
del suspiro inacabado de su boca
tan salada,
de los brazos extendidos que ofrecía
con la brisa,
de la fuerte marejada que dejaba
la galerna con su ira
y quería secuestrar a mis poemas...

Yo te dije todo esto en un instante
y hasta viste deslizarse, de mis ojos,
unas gotas de rocío inmaculadas.

Tomé un sorbo de mi taza de café
ignorando un sobresalto en las pupilas.

Sentí tu mano acercándose a la mía,
noté tus ojos penetrando en mi alma
y diciéndome que no siguiera,
que no te hablara del mar,
ni de ese Mar, 
que, con tanta asiduidad y frecuencia,
plasmaba entre mis versos 
y llegaban al cuaderno.

Seguimos tomando los cafés,
los apuramos muy despacio, 
y dejamos las tazas vacías
sobre la mesa.
El sol se despedía en la tarde
y su manto amarillo se extendía
por el cielo.
En aquella cafetería estábamos nosotros,
con las manos unidas 
y los dedos acariciándose,
olvidando, por un momento,
al mar y a la Mar
que nos había unido, en un poema,
y que dentro de unas horas
nos haría volver, cada uno,
a nuestra realidad,
haciéndonos pensar
"si aquella tarde no habría sido,
también, un sueño"

Rafael Sánchez Ortega ©
16/11/17

SENTÍ...

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Sentí que me atrapaban 
las caricias de la brisa 
y luego los abrazos de las olas,
en ese temporal de las pasiones, 
que vino sin pedirlo y sin pensarlo, 
a pesar de saber que me abrazaba.

Sentí que las caricias eran brasas 
escapadas de volcanes 
que llegaban derramando por el pecho 
la lava encadenada de los dioses 
y dejándome aturdida la mirada.

Sentí que el corazón estaba vivo 
latiendo sin cesar 
y que pensaba igual que un tiovivo de la feria 
rodando y persiguiendo a la sangre 
transferida en la fogata.

Sentí que los rescoldos de tu cuerpo 
tenían la galerna en su regazo 
dejando mil zarpazos en los dedos, 
hiriendo los rosales más sagrados 
guardados para ti en un día de mañana.

Sentí que se marcharan las violetas 
llevadas por los vientos del verano, 
y luego las perdiera de la vista 
surcando por encima de montañas 
como si fueron los cometas de los niños 
y no perlas cultivadas en el alma.

Sentí que me dijeras en silencio 
aquello que ocultaban las palabras 
dejándome pensando en tantas cosas, 
por culpa de la duda que surgía 
en medio del desierto de una infancia.

Sentí que te marcharas de mi lado, 
que fueras un borrón en lontananza, 
en medio de un futuro floreciente, 
vibrante y lleno de utopías y de sueños, 
que ambos habíamos creado de la nada.

Sentí que no sintieras todo esto 
y que simplemente, recogieras tu alianza, 
marchando a tu destino en las estrellas, 
dejándo atrás a un niño solitario, 
a un hombre aferrado a su poema 
y a un verso coronado con su lágrima.

Rafael Sánchez Ortega ©
15/11/17

DECÍDETE...

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Decídete...

Decídete, (si quieres),
y dame tu pupila,
los versos encantados,
la lluvia retenida,
el néctar envolvente
y el vino que destila...

Entrégame...

Entrégame los sueños
que están en tu retina,
la pólvora mojada
el grito de la lira,
el vuelo del cometa,
el llanto de la tinta...

Descórreme...

Descórreme el vestido
y suelta la cortina,
abriendo la ventana
al alba y nuevo día,
así tendré al nordeste
temblando y con su brisa.

Regálame...

Regálame una rosa
y en ella tus caricias,
con gotas de rocío
que son de tus mejillas,
y aquellas mariposas
que ayer te sonreían.

Por último...

Por último no dejes
que ganen la partida,
los hombres miserables,
el llanto con la ira,
el rezo de los pobres,
su sangre desteñida...

Decídete...

Decídete, (repito)
por fin, querida mía,
no juegues con los sueños,
ni seas golondrina,
recoje mis palabras
pequeñas y sencillas.

Rafael Sánchez Ortega ©
14/11/17

MIENTRAS MIRO POR LA VENTANA...

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Mientras miro por la ventana
veo correr las nubes en el cielo
y pienso en otras nubes grises,
de hace años, 
y en aquel viaje a la ciudad, 
apresurado e impaciente, 
para vernos.

Fue algo así como un huracán del alma
para abrazar la estampida de las olas
y dejar a las palabras en silencio
mientras las pupilas iban descorriendo
y desnudando los vestidos de la piel,
y dando paso a ese otro lenguaje
del tacto y los sentidos.

Las olas cercaban los corazones
y empujaban el mar hasta la playa
y hasta los acantilados de la costa
y, todo, por culpa del temporal embriagador
de aquel encuentro.

En un rincón habíamos dejado abandonados, 
y olvidados, los equipajes 
con los detalles y regalos
haciendo que los labios se buscaran 
y entregaran, sin descanso,
el sabor y el néctar de la vida.

Sin darnos cuenta entonces 
entramos en una espiral 
de sentimientos y pasiones
que se coló, profundamente, 
en nuestras almas
con aquella galerna y temporal
de olas y de sueños como si fuera
el colofón y la esperanza irreal
de dos suicidas.

Quizás debimos serenarnos,
tal vez pudimos tener el coraje 
que olvidamos al vernos,
pero no fue así,
y proseguimos en esa loca carrera
y en ese, entonces, interminable viaje
con los minutos y segundos hipotecados
en un reloj que corría en nuestra contra
y nos llevaba, sin remedio, 
al momento aquel del adiós apresurado
y la despedida.

Entonces volaron las nubes
y corrieron los corazones 
en una inmensa taquicardia,
y en un galope desenfrenado,
ya que el volcán del alma
precisaba dar vida a las sirenas
y a la sal, y a las anémonas 
de nuestras venas,
en ese inmenso caudal
de sentimientos que afloraban
en las pupilas.

Pero como las nubes, también nosotros,
debíamos correr y volar,
volver a nuestras vida,
buscar la libertad en la distancia
y encontrar el vacío de los dedos solitarios 
y temblorosos,
en esas manos tibias y locas
que siempre recordarían aquel instante
y aquellos momentos en que nos conocimos.

Rafael Sánchez Ortega ©
13/11/17

ESTOY EN EL OTOÑO...

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Estoy en el otoño de la vida,
me dice un corazón que parpadea,
su voz es el latido y la marea
que dicta la mentira complacida.

Es fácil asumir la despedida
de alguna primavera que flaquea,
que muestra el vendaval y nos golpea
la arteria singular y descosida.

Estoy en ese tiempo de descuento,
tratando de alargar el cruel instante,
que lleva hasta el invierno en un momento.

Ya sé que en este ciclo tan vibrante
la vida es muy sutil, como un fragmento,
del tiempo que nos queda por delante.

Rafael Sánchez Ortega ©
12/11/17

NO BORRES LAS ARRUGAS...

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No borres las arrugas de tu frente
ni quites de tus labios la sonrisa,
dejemos que el nordeste, con la brisa,
te deje su caricia sutilmente.

Si buscas lo que lleva la corriente
verás a la persona tan remisa
que un día se planchaba la camisa
de forma singular e inteligente.

Por eso no te quites la careta,
y sigue los dictados del destino
de forma silenciosa y muy discreta.

Recuerda las revueltas del camino,
el hombre que viajaba sin maleta
y el niño fascinado con su sino.

Rafael Sánchez Ortega ©
11/11/17

CAPEA EL TEMPORAL...

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Capea el temporal dulce gaviota
y busca tu cobijo por la arena,
la playa tendrá a punto su melena
y en ella meterás tu cabezota. 

Es fácil que si evitas la derrota
encuentres resguardada a la sirena,
la misma que llevaba una azucena
prendida de su pelo como nota.

Evita el temporal y sé prudente,
gaviota sin igual y previsora,
no vaya a secuestrarte la corriente.

Entiende que es preciso la demora,
el puerto aguardará, pacientemente
que vuelvas, por su calma, en otra hora.

Rafael Sánchez Ortega ©
10/11/17

NO ME OLVIDO DE LA INFANCIA...

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No me olvido de la infancia
ni del tiempo transcurrido
ya que es parte de la vida
y un capítulo muy mío.

Porque todos retenemos
ese espacio tan bonito,
y los años primorosos
que despacio los vivimos.

¿Qué decir de aquella etapa,
y los pasos imprevistos,
de quel niño que crecía
entre juegos y entre libros?

Y así fue, sin duda alguna,
ese hermoso recorrido,
con colegios y leyendas
de piratas y de indios.

Se mezclaron los quebrados
con proyectos infinitos,
de viajar por otros mundos
y encontrar mil paraísos.

Aunque luego la gramática
dejó un sello muy distinto,
ya que vino con lecturas
y con dioses del Olimpo.

En la calle y en la escuela
abundaron los amigos,
que llegaban y se iban
como el agua de los ríos.

Y quedaron unos pocos
compartiendo, cual mendigos,
tantos juegos inocentes
entre el polvo del camino.

¡Primavera de la vida
que has pasado y que he vivido
hoy te pido que regreses
y me prestes tu cariño!

Bella infancia, irrepetible,
que recuerdo y que remiro,
rebuscando entre sus pliegues
una esencia que persigo.

Yo sé bien que allí nacieron
sentimientos muy bonitos,
y también las mariposas
me mostraron sus vestidos.

Aquel vuelo de la alondra,
los gorriones con sus trinos,
golondrinas en la tarde
acercándose a los nidos.

Y recuerdo de esa infancia
a la luna con su brillo,
que me hablaba desde el cielo
dando fuerza a mis latidos.

Hasta el mar tenía un verso,
un arrullo y un suspiro,
y un rumor de caracolas
que dejaba en mis oídos.

Hay mil brumas de la infancia
con retales y con hilos,
laberintos y verdades
irreales y furtivos.

Pero el sueño de la vida
es la infancia y entresijos,
temporales y galernas
que despiertan con sus gritos.

Y aquí vuelven, nuevamente,
porque son, en sí, testigos,
los fragmentos de ese tiempo
con los años deducidos.

No es que añore yo la infancia,
que es un tiempo ya marchito,
pero estoy en el otoño
y preciso de ese ciclo.

(...El silencio de los bosques,
la humildad de los mendigos,
las canciones de las fuentes
y el latido de los lirios...)

¿Dónde estás mi poesía?,
¿dónde ocultas tu gemido?,
ya que busco entre la infancia
los acordes del vinilo.

Rafael Sánchez Ortega ©
09/11/17

RECOJO DE TUS LABIOS...

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Recojo de tus labios la sonrisa,
el beso tembloroso y perfumado,
y luego de manera muy precisa
escucho ese susurro tan ansiado.

El dulce parloteo de la brisa,
el roce del nordeste en tu costado,
la mano temblorosa e indecisa
llegando con pasión hasta mi lado.

Por eso te he robado la ternura,
dejando a tus pupilas sin consuelo,
y el alma como barca a la ventura.

Quizás mi corazón frene el deshielo ,
y pueda contener tanta locura,
que aspire a conseguir, un día, el cielo.

Rafael Sánchez Ortega ©
08/11/17

SANGRASTE CORAZÓN...

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Sangraste corazón por una herida
y culpa de un amor que fue ignorado,
sangraste en profusión y hasta has llorado
sabiendo que perdías la partida.

En medio del dolor surgió otra vida,
el verso y la ilusión del ser amado,
y entonces corazón, no lo has negado,
tu sangre se notó correspondida.

Hoy sientes a la sangre dulcemente
correr entre tus venas con locura
de forma atropellada e inocente.

Olvida en el pasado esa aventura,
que un día te anuló completamente,
y vive hasta que pierdas la cordura.

Rafael Sánchez Ortega ©
07/11/17

CUANDO APAGAMOS LA LUZ...

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Cuando apagamos la luz
nos quedamos en tinieblas,
los dos solos y en silencio
y escuchando a las estrellas.

Porque ellas nos hablaban,
desgranando mil leyendas,
de personas y de cosas
que habitaron en la tierra.

Una vez había un niño
que jugaba con la arena,
con su pala y su caldero
al compás de la marea.

Intentaba hacer un barco,
o mejor una trainera,
a pesar de que las olas
extendían su melena.

Y lo hacían por la playa,
revoltosas y coquetas,
avanzando lentamente
sin que nada las detenga.

Otro niño, que a su lado,
empuñaba dos cometas,
le invitó a que le ayudara
a llevarlas a la fiesta.

Las alzaron orgullosos
con la brisa por bandera
y ese viento del nordeste
que las sube y las eleva.

Un anciano contemplaba
muy nostálgico esta escena,
y sus labios susurraban
viejos versos de un poema.

"...Era un día de verano
y era un niño en una siesta,
de repente vivió un sueño
al besarle una sirena..."

Rafael Sánchez Ortega ©
06/11/17

TENGO UN VIEJO CUADERNO...

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Tengo un viejo cuaderno de poemas
abierto ante mis ojos.

En él están los versos escritos
que recogen los sueños y utopías
de esos años, de la infancia
y juventud, que atrás quedaron.

Pero también hay otras letras
escritas a la vida, 
a las personas,
a ese mar que fue mi arrullo,
al cielo azul que tanto me atraía,
a la música sin nombre de la brisa,
y a tantas cosas y detalles
que ahora mismo,
al encontrarlas,
cobran vida y me transportan a ese día,
al momento en que nacieron,
al instante en que surgieron de mi alma,
y con ellas aún recuerdo hasta el suspiro
que nacía de mis labios,
el susurro que mandaban las estrellas
y hasta el dulce parpadeo 
de los ojos infantiles 
que captaban todo aquello
en la retina.

"Una noche tuve un sueño..."

Así comienza el cuaderno, su andadura,
de una manera temblorosa
y van surgiendo los sueños y los versos
en páginas escritas
donde la tinta forma letras y palabras
y estas hablan y dicen,
suspiran y susurran,
sonríen y lloran 
y hasta gritan lo que el alma sentía
en aquel preciso instante,
para dar fe de un corazón inquieto
y enamorado.

Si sigo pasando sus hojas, 
si me centro en su contenido
y analizo cada uno de esos versos
estoy seguro de que nuevamente
cobrarán vida 
y volverán situaciones 
y momentos ya pasados,
personajes a salir de los recuerdos
y hasta sentimientos a latir
y acelerar el corazón,
como un eco volviendo del olvido.

Tengo un viejo cuaderno de poemas
donde dejé escrito unos versos,
que ahora leo y repaso, 
en esta tarde de otoño, 
y sin poderlo evitar
unas lágrimas humedecen a mis ojos
cuando los encuentro:

"...Tengo que verte algún día,
tengo que amarte de nuevo,
quiero mirar tus pupilas
y acariciar tu cabello..."

Rafael Sánchez Ortega ©
05/11/17