ES TRISTE QUE LA MUERTE
la grave mansedumbre del corazón que escucha.
Pesa sobre los muertos, como un cielo caído,
todo el latir del tiempo sobre la tierra única).
José Luis Hidalgo
***
Es triste que la muerte
nos borre la sonrisa,
que venga cual cobarde
cortándonos la vida.
Los hombres no la llaman,
más viene de puntillas,
y llega con su dalle
cortando las espigas.
Pero es en esta tierra,
¡la tierra que palpita!,
la tierra de los seres,
que aman y suspiran.
Aquí llega la muerte
y acaba con las risas,
acaba con los sueños
de besos y caricias.
De pronto llega a casa,
no pide nuestra cita,
y toma nuestros cuerpos
partiendo muy deprisa.
Atrás quedan los vivos,
los deudos y familia,
los llantos que se escapan,
las lágrimas furtivas.
En medio del silencio
el alma queda herida,
el pecho sangra y duele,
el labio solo grita.
La muerte no perdona
viniendo cada día,
sin orden ni concierto
ni agenda ni tablilla.
La muerte simplemente,
es fiel como la brisa,
más esta trae dulzura,
la otra sólo envidia.
Envidia de los hombres
que aman día a día,
que sienten y padecen
buscando la justicia.
Por eso en estos versos
hay algo que respira,
la letra del poeta
que escribe en la cuartilla.
El dice que la muerte
no es algo que termina,
ni algo que se marcha
ni nada que se olvida.
Aquí quedan las almas,
también las margaritas,
aquí quedan los cuerpos,
durmiendo en sus cenizas.
Rafael Sánchez Ortega ©
04/08/10
nos borre la sonrisa,
que venga cual cobarde
cortándonos la vida.
Los hombres no la llaman,
más viene de puntillas,
y llega con su dalle
cortando las espigas.
Pero es en esta tierra,
¡la tierra que palpita!,
la tierra de los seres,
que aman y suspiran.
Aquí llega la muerte
y acaba con las risas,
acaba con los sueños
de besos y caricias.
De pronto llega a casa,
no pide nuestra cita,
y toma nuestros cuerpos
partiendo muy deprisa.
Atrás quedan los vivos,
los deudos y familia,
los llantos que se escapan,
las lágrimas furtivas.
En medio del silencio
el alma queda herida,
el pecho sangra y duele,
el labio solo grita.
La muerte no perdona
viniendo cada día,
sin orden ni concierto
ni agenda ni tablilla.
La muerte simplemente,
es fiel como la brisa,
más esta trae dulzura,
la otra sólo envidia.
Envidia de los hombres
que aman día a día,
que sienten y padecen
buscando la justicia.
Por eso en estos versos
hay algo que respira,
la letra del poeta
que escribe en la cuartilla.
El dice que la muerte
no es algo que termina,
ni algo que se marcha
ni nada que se olvida.
Aquí quedan las almas,
también las margaritas,
aquí quedan los cuerpos,
durmiendo en sus cenizas.
Rafael Sánchez Ortega ©
04/08/10
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