NADIE ME HABÍA MIRADO COMO TÚ...
Nadie me había mirado como tú
me miraste, aquella noche,
al pasar dulcemente por mi lado.
Sentí un escalofrío en las entrañas,
y a la vez, una alegría enorme,
por eso cesaron mis dolores y mi llanto.
Yo te seguí de lejos,
tú caminabas hacia el embarcadero
y yo iba detrás de ti temblando.
Tenías en tu pelo una diadema,
una guirnalda sin luz, como una estrella,
buscando compañeras en los astros.
Y entonces me acerqué. Te di la vuelta.
Tomé tus manos con las mías,
y vi tus ojos tan castaños.
Seguimos en silencio, como antes,
tan solo los latidos en el pecho
tocaban a arrebato.
Afuera, en un reloj, sonaron las campanas,
pasaban las sirenas y las hadas
dejándonos su encanto.
De pronto te miré y también tu me miraste;
temblaron nuestros ojos
y hablaron nuestros labios.
Rafael Sánchez Ortega ©
04/06/11
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