QUISIERA SENTIR LO QUE HE SENTIDO...
Quisiera sentir lo que he sentido
y amarte como entonces, sin palabras.
Pero el tiempo es cruel y despiadado,
no sabe de razones y locuras,
no atiende a los deseos de las almas
y sigue el calendario y el destino.
Yo siento que he perdido la batalla
y el precio que ahora pago me desborda,
a veces no comprendo las razones,
la inmensa eternidad de mi castigo.
Sabía que el amor era algo hermoso
y pude saborearlo día a día.
Crecía y saludaba a las personas
leyendo en su mirada las respuestas;
vivían como viven los humanos,
vivían sin saber por qué vivían,
y entonces yo busqué otros caminos,
marché por nuevas sendas e ideales
buscando lo que buscan los poetas,
quizás ese conjunto de ilusiones
que forman margaritas y utopías.
Y sí lo conseguí, estoy seguro,
viví intensamente, mucho tiempo,
mezclando realidad y fantasía,
viví en ese mundo de colores
donde el Requien de Mozart
se cruza con un fado portugués
y se saludan,
y viví también en el mar y la montaña,
en el binomio claroscuro de la vida,
soportando las galernas del invierno
con el sol de estío y la resaca,
la helada de la noche y la tormenta;
y viví para ti, amor lejano,
y te conté todo esto en mis poemas,
en las letras que formaron tantos versos
que quizás muchos de ellos repitieron
el mensaje y la nostalgia.
Pero no,
no me arrepiento de haber amado así,
porque creía en tu mirada,
creía en tu palabra y en tu voz,
en el cuerpo sensible que tuve entre mis brazos,
en los labios que robaron a mis labios
unos besos y suspiros,
un susurro inenarrable con tu nombre
y dos palabras.
Es ahora cuando digo que te añoro
y quisiera tenerte nuevamente como entonces,
con aquello que he sentido,
con el timbre de tu voz en mis oídos,
con el roce de tu mano en mi cabello,
con tu cuerpo tan vibrante y sugerente
desprendiendo mil sonrisas,
con tus sueños compartidos
y cargados de alegría.
...Pero miro y no te tengo vida mía,
ya no estás aquí, tan cerca,
estás muy lejos,
más allá de la distancia,
más allá de los sentidos,
más allá de mis esfuerzos y mis sueños,
más allá de cuanto puedo y cuanto añoro.
Y por eso una lluvia se derrama por mi cara
con el llanto de mis ojos,
y aquí estoy y no lo niego,
con mi lloro como un niño.
Lloro por haber perdido tu sonrisa,
por no haber sabido luchar y romper
las cadenas que nos separaban,
lloro, quizás, por mi cobardía,
por seguir agazapado y con el miedo
dominando mis deseos,
cuando una y mil veces gritaría tu nombre,
gritaría que te amo y te deseo
entre mis brazos,
en mi alma,
para hoy y para siempre.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/12/11
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