HOY HE VUELTO A CERRAR LOS OJOS...
Hoy he vuelto a cerrar los ojos
y me he sentido como un muñeco de cristal,
pero un muñeco al que golpeaban
como si fuera un muñeco de trapo
mientras escuchaba el sonido de los cristales rotos
de una figura que ya ni recordaba.
Me pesaban los ojos y me pesaba el alma,
me dolía el pecho como si tuviera en él
clavado un puñal en medio del corazón.
Lloraba de rabia entre gemidos de impotencia.
Quería que no siguieran golpeando al muñeco,
quería dejar de escuchar a los cristales,
que de forma astillada,
crujían en un confuso desorden en mi mente,
quería fundirme, con la noche, en ese sueño
del que mis ojos no querían regresar.
Pero aunque los golpes se sucedían,
ya apenas se escuchaba al cristal fragmentándose,
gritar con ese grito arenisco y rebelde,
pedir ayuda en su lenguaje incomprensible,
rezar porque parase aquel castigo.
Y de pronto me envolvió el silencio
y dejé de sentir el dolor agudo en el pecho.
Llevé mis manos a él y no sentí el puñal
que atravesaba mi corazón,
ni pude tocar la sangre de la herida,
ni palpé cristales rotos a mi alrededor,
ni había un muñeco de trapo tendido
y con los ojos cerrados.
Entonces abrí los ojos y me vi.
Vi el reflejo de lo que pude haber sido
y de lo que era.
Vi al amor que se escapaba en el ocaso
para engullirse con la noche de mi alma.
Y aquí quedé, entre los hombres. Gimiendo
y escribiendo unos versos
con mis renglones torcidos,
sintiendo la carencia del amor en mi pecho
y pronunciando tu nombre Amor,
¡sólo tu nombre!
Rafael Sánchez Ortega ©
20/03/12
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