CIERRO LOS OJOS...
Cierro los ojos y trato de no pensar,
al menos no quiero meterme nuevamente en el alma
y buscar allí los restos del naufragio
y la derrota. Quisiera descansar,
quisiera dormir profundamente y luego, despertar en un mundo distinto,
en un lugar donde hubiera unas manos esperándome,
buscándome y a las que las mías pudieran dirigirse
para tocarlas, rozarlas un segundo,
y también unos labios a los que mis labios
pudieran llegar temblando
para depositar en ellos un beso
y una palabra de amor.
Cierro los ojos y no puedo evitar una lágrima,
porque pedir imposibles es algo que solamente hacen
los niños en sus sueños infantiles
y yo no puedo ansiar los cometas para jugar en la playa,
ni las mariposas de colores para seguirlas por el jardín,
ni el barquito de vela para jugar en la charca,
ni el libro de aventuras que me lleve por la Mancha
a Dulcinea.
Cierro los ojos y suspiro
con un suspiro de hombre,
aunque sé y lo siento, que quien suspira
es el niño de antaño,
aquel que sigue anclado en mi corazón,
el que no ha abandonado todavía mi alma
y el que se niega a morir
para dar paso al hombre ya maduro.
Abro los ojos y te busco Amor,
te grito desesperadamente,
deseo tu presencia y proclamo mi rebeldía
ante este momento supremo de abandonar la inocencia
para marchar al otoño de la vida.
...Prefiero cerrar los ojos
y seguir soñando en ese mundo de ilusión y de utopías,
porque prefiero amar así, Amor,
en silencio y sin hacer daño a nadie,
y a solas con mis sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/03/12
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