LLORA EL ALMA...
Llora el alma mientras suena la guitarra
y le acompañan las estrellas.
Es una noche fría y repelente
con una brisa helada que congela
los sentidos.
Siento el corazón que se desangra
y no tengo medicinas para darle,
ni tampoco esa aguja y ese hilo
para cauterizar deprisa las heridas.
Hay un temblor imperceptible en las pupilas,
una niebla viscosa y una bruma
que me hace estremecer.
Las lágrimas asoman en los ojos
y ruedan, sin querer, por las mejillas.
Me pregunto qué me pasa y hay silencio
en la respuesta,
porque nada me sucede,
nada que merezca estar así en esta hora,
nada que me altere los sentidos,
nada que violente la quietud de los
cipreses en mis sienes.
Es posible que este llanto silencioso
tenga un móvil y un reflejo.
Es posible que lejanos vendavales
hoy sacudan los recuerdos y lo blanco
del presente sea visto como negro
en el futuro.
Es posible que la vida que hoy disfruto,
esté llena de placeres y delicias,
me depare la sorpresa, en un mañana,
de invertir esos regalos
y de ser, en esta noche, precursora
de infortunios y de males.
Llora el alma y la guitarra le acompaña
en esta hora.
Llora el hombre y se limpia sus mejillas
mientras siente que en su mano, otra mano,
la de un niño allí se posa
y le pregunta qué le pasa.
La respuesta es bien sencilla y no la niega:
"Nada pasa, de verdad, es solamente
la emoción de ver la noche y las estrellas..."
Y aquel niño confiado, el que lleva de la mano,
el que está vivo en su pecho,
el que sueña en su almohada, por las noches,
el que juega con cometas en la playa,
el que ríe con su risa cristalina,
el que sueña y el que ama,
le sonríe simplemente y le dice
que adelante,
que la vida continúa y no se para,
que mañana será lunes y que hoy,
en esta noche,
han salido las estrellas, muy coquetas
a dejarles mil regalos
en sus besos y en la luz que les envían.
Rafael Sánchez Ortega ©
02/06/14
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