ME PEDÍAS UN CUENTO...
Me pedías un cuento muy sencillo
donde el niño y la magia se encontraran,
y que fueran valientes, de la mano,
por el bosque de gnomos y de hadas.
Y te hablé, como hablan los poetas
con la pluma en la mano y la batalla,
intentando llevarte de paseo,
entre robles y encinas centenarias.
Te contaba de niños y de niñas
y también de enanitos que jugaban,
caminando por cientos de senderos
entre setas que iban a sus casas.
Te contaba de ciervos y pegasos
que a la orilla del río se acercaban
a beber de sus aguas cristalinas
para luego volver a las montañas.
Pero tú, con el ceño entristecido,
hacia el cielo mirabas y me hablabas,
pretendiendo que fueran las estrellas
las actrices del cuento con su magia.
Y me hiciste viajar por el espacio
de ese bosque bendito y de sus ramas,
para luego volver, con mi cuaderno,
y traerte una luna plateada.
Y volví a contarte, muy despacio,
ese cuento escuchado, sin palabras,
donde llega la luna hasta los bosques
y a los niños les roza con sus alas.
Unas alas plagadas de hormiguitas,
carantoñas de mimos en la infancia,
sortilegios que mandan las estrellas
para un sueño que dure hasta mañana.
"...Me pedías un cuento muy sencillo
y traté, corazón, que le escucharas,
para ir a tu lado, con sus versos,
y cerrar tus ojitos con mi nana..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/02/16
donde el niño y la magia se encontraran,
y que fueran valientes, de la mano,
por el bosque de gnomos y de hadas.
Y te hablé, como hablan los poetas
con la pluma en la mano y la batalla,
intentando llevarte de paseo,
entre robles y encinas centenarias.
Te contaba de niños y de niñas
y también de enanitos que jugaban,
caminando por cientos de senderos
entre setas que iban a sus casas.
Te contaba de ciervos y pegasos
que a la orilla del río se acercaban
a beber de sus aguas cristalinas
para luego volver a las montañas.
Pero tú, con el ceño entristecido,
hacia el cielo mirabas y me hablabas,
pretendiendo que fueran las estrellas
las actrices del cuento con su magia.
Y me hiciste viajar por el espacio
de ese bosque bendito y de sus ramas,
para luego volver, con mi cuaderno,
y traerte una luna plateada.
Y volví a contarte, muy despacio,
ese cuento escuchado, sin palabras,
donde llega la luna hasta los bosques
y a los niños les roza con sus alas.
Unas alas plagadas de hormiguitas,
carantoñas de mimos en la infancia,
sortilegios que mandan las estrellas
para un sueño que dure hasta mañana.
"...Me pedías un cuento muy sencillo
y traté, corazón, que le escucharas,
para ir a tu lado, con sus versos,
y cerrar tus ojitos con mi nana..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/02/16
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