PERO EL BESO SILENTE NO LLEGABA...
Pero el beso silente no llegaba
porque había en los labios otros labios
y tampoco los dedos a esos dedos,
por la mano tomada en otra mano.
Tú querías llegar a sus pupilas,
venerar a sus ojos, que descalzos,
indagaban, mirando el horizonte,
esa mota dejada por los barcos.
Y temblabas, princesa, sin remedio,
como un lirio en el mar de los Sargazos,
un volcán de pasiones contenidas,
con la lava corriendo río abajo.
Eras fuego y rescoldo, al mismo tiempo,
un clavel en la tecla de un piano,
una cuerda vibrante y sostenida
con la nota de oro en su regazo.
Y ese beso de labios temblorosos,
le cortaba otro labio anticipado,
que posado en el labio de tu anhelo
ya llevaba, en el mismo, mucho rato.
Tú querías romper esas barreras,
impedir este robo desalmado,
y ofrecer con tus labios ese néctar
de candor y ternura, sin dudarlo.
Pero todo llevaba hasta el vacío
y los dedos, pendientes y asustados,
contemplaban la mano estremecida
y otros dedos llevando su regalo.
No sabías qué hacer ni qué decir,
porque el tiempo presente no es pasado,
y tu pecho gritaba presuroso
reclamando ese pecho a tu contacto.
"...Pero el beso silente no llegaba
y escapaba entre brumas y guijarros,
secuestrado de forma misteriosa
por un labio, quizás, desesperado..."
Rafael Sánchez Ortega ©
20/02/16
porque había en los labios otros labios
y tampoco los dedos a esos dedos,
por la mano tomada en otra mano.
Tú querías llegar a sus pupilas,
venerar a sus ojos, que descalzos,
indagaban, mirando el horizonte,
esa mota dejada por los barcos.
Y temblabas, princesa, sin remedio,
como un lirio en el mar de los Sargazos,
un volcán de pasiones contenidas,
con la lava corriendo río abajo.
Eras fuego y rescoldo, al mismo tiempo,
un clavel en la tecla de un piano,
una cuerda vibrante y sostenida
con la nota de oro en su regazo.
Y ese beso de labios temblorosos,
le cortaba otro labio anticipado,
que posado en el labio de tu anhelo
ya llevaba, en el mismo, mucho rato.
Tú querías romper esas barreras,
impedir este robo desalmado,
y ofrecer con tus labios ese néctar
de candor y ternura, sin dudarlo.
Pero todo llevaba hasta el vacío
y los dedos, pendientes y asustados,
contemplaban la mano estremecida
y otros dedos llevando su regalo.
No sabías qué hacer ni qué decir,
porque el tiempo presente no es pasado,
y tu pecho gritaba presuroso
reclamando ese pecho a tu contacto.
"...Pero el beso silente no llegaba
y escapaba entre brumas y guijarros,
secuestrado de forma misteriosa
por un labio, quizás, desesperado..."
Rafael Sánchez Ortega ©
20/02/16
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