UN DÍA LAS SIRENAS MURMURABAN...
Un días las sirenas murmuraban
la falta de cariño de los peces,
querían protestar por su insolencia
y luego castigar a los rebeldes.
Pero una sirenita muy astuta
nadó para llevar unos papeles,
en ellos se encontraban los motivos
y falta de cariño de esos seres.
Resulta que los peces tan hermosos
no saben de cariño con especies,
y entonces juguetean entre ellos
obviando que hay sirenas muy silentes.
Sirenas que precisan de un abrazo,
de cantos y de abrazos en los viernes,
de estrellas que se asomen en la noche
y duerman en las aguas como vienen.
Por eso se entretienen en la playa
haciendo por la arena lo que quieren,
retando a los marinos intranquilos
igual que a tantos peces sus quereres.
Bien saben que el marino está sujeto
al mar y a la trainera que les lleve,
al puerto y a la casa tan cercana
allí donde suspiran sus claveles.
Y saben que los peces no son sordos
igual que sus abrazos inherentes,
cubiertas de salitre las escamas
que brillan mientras nadan y se mecen.
Pero es que los susurros de las noches
carecen del sonido de los trenes,
al menos en las costas y las playas
que esperan a las olas impacientes.
"...Un días las sirenas murmuraban
y yo las escuché entre los cipreses,
hablaban de la vida y de los hombres
del pelo encanecido de sus sienes..."
la falta de cariño de los peces,
querían protestar por su insolencia
y luego castigar a los rebeldes.
Pero una sirenita muy astuta
nadó para llevar unos papeles,
en ellos se encontraban los motivos
y falta de cariño de esos seres.
Resulta que los peces tan hermosos
no saben de cariño con especies,
y entonces juguetean entre ellos
obviando que hay sirenas muy silentes.
Sirenas que precisan de un abrazo,
de cantos y de abrazos en los viernes,
de estrellas que se asomen en la noche
y duerman en las aguas como vienen.
Por eso se entretienen en la playa
haciendo por la arena lo que quieren,
retando a los marinos intranquilos
igual que a tantos peces sus quereres.
Bien saben que el marino está sujeto
al mar y a la trainera que les lleve,
al puerto y a la casa tan cercana
allí donde suspiran sus claveles.
Y saben que los peces no son sordos
igual que sus abrazos inherentes,
cubiertas de salitre las escamas
que brillan mientras nadan y se mecen.
Pero es que los susurros de las noches
carecen del sonido de los trenes,
al menos en las costas y las playas
que esperan a las olas impacientes.
"...Un días las sirenas murmuraban
y yo las escuché entre los cipreses,
hablaban de la vida y de los hombres
del pelo encanecido de sus sienes..."
Rafael Sánchez Ortega ©
18/017/16
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario