BUENOS DÍAS, CONCIENCIA...
«Ave, Caesar, morituri te salutant»
(Salve, César, los que van a morir te saludan)
Buenas días conciencia.
Ahora que acaba el año
y se entierran las ilusiones,
ahora que se marcha el otoño
y llega el largo invierno y la nieve,
ahora que los campos amanecen mojados
y los pajarillos no se ven en las ramas
de los árboles,
ahora que los mortales brindamos en las fiestas
y los poetas buscan rescoldos en el alma,
ahora sí, ¡es ahora, conciencia!
cuando paso a tu lado y te saludo.
Beberé contigo el licor
que guardaba en mi corazón
y compartiré, también, mis confidencias.
Lo haremos en ese juego de copas especiales
que compré para la ocasión,
esperando que unos labios singulares
se posaran en ellas,
como si fuera entre mis labios.
Y lo haré sin temblar ni dudar,
dejando a un lado los momentos
de fracaso,
aquellos en los que una moral cristalina
me hizo vacilar,
ser prudente en demasía,
y dejar las palabras ahogadas en la garganta
mientras un suspiro escapaba de mi boca.
Luego arrojaremos las copas a nuestras espaldas
y escucharemos el ruido del cristal
al romperse.
Será en la noche que llega tras el día,
y la saludaré.
La saludaremos.
Te presentaré a la amiga y conocida,
que ha vivido a mi lado desde siempre,
y que su interés por mí ha sido tan excelso
que incluso ha llegado a axfisiarme
con sus consejos, precauciones,
con las advertencias veladas
y con ese sinfín de recomendaciones
que siempre me ha dedicado.
Pero esta vez será diferente.
Esta noche quiero que sea distinta.
Quiero romper las amarras de la moral,
quiero caminar por las aceras y las calles
sintiéndome libre,
quiero buscar en las cloacas de la vida
esa flor abandonada que alguien tiró,
esos pasos vacilantes del beodo
y del mendigo,
esas sombras que protegen al cobarde,
esas luces navideñas que se ofrecen
a los niños,
esa luna que se esconde entre las nubes
persiguiendo a las estrellas
y ese cuento que se escapa de algún libro
y no sé cómo atraparlo.
Buenas noches conciencia.
Mañana será otro día.
Habré dormido y empezará el invierno,
no sé lo que me traerá el nuevo día,
ni me importa,
sé que puedo reír o llorar,
que puedo ganar o perder, si es que apuesto,
aunque lo más fácil es que no haga nada,
pero no por seguir tus consejos,
sino porque me da la gana.
Al final, es posible que te salude,
aunque no te lo prometo.
Ya ves, estas son las ventajas
de tener una "conciencia tranquila"
y de saber que, ahora, puedo querer y amar
sin tener que preguntarte,
y también puedo escuchar la respuesta del viento
y el silencio,
cuando lleguen cada día,
con su abrazo y su mensaje, sin palabras.
Buenos días conciencia, ó buenas noches...
Rafael Sánchez Ortega ©
22/12/17
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