¡AY PESETA...!
¡Ay peseta, pesetita,
cuánto te echamos de menos,
con tu cara tan dorada
que nos dejabas en cueros...!
Pero aquel tiempo pasado
ha quedado en el recuerdo
y el nombre de la peseta
se transformó por el euro.
Instantes de mocedad,
de mostradores diversos,
con los duros y las rubias
como caudal y dinero.
Porque pagar, se pagaba,
con los sudores aquellos,
aunque fiaban las tiendas
cuando llegaba el invierno.
Era triste mendigar,
suplicando al buen tendero,
que apuntara en la libreta
la comida del momento.
Muchas veces has venido,
pesetita, entre mis sueños,
confiando en la fortuna
de sumarte muchos ceros.
Pero siempre te quedabas
en pequeños desacuerdos,
y comprando menudencias
y hasta libros y tebeos.
Hoy nos queda tu semblante,
tu carita de ojos bellos,
y ese rubio inmaculado
que parece que es eterno.
¡Ay peseta, pesetita
no me rompas el silencio,
ya que vas entre mis manos
y hasta juegas con mis dedos!
Rafael Sánchez Ortega ©
26/01/18
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