TE ANIMO A QUE TE CALMES Y NO SUFRAS
Te animo a que te calmes y no sufras
te esperan una barca y un barquero,
tú llevas un tesoro muy guardado
oculto entre los pliegues de tu pecho.
Y tienes la sonrisa contagiosa
que sale de tus labios siempre tiernos,
igual que esa mirada de los ojos
que viven y que brillan cual luceros.
Te miro y te remiro muchas veces
y veo como peinas tu cabello,
observo como tomas tu cigarro
y aspiras ese humo traicionero.
Estás entretenida en la lectura
tu vista se pasea por los versos,
recorres el poema lentamente
y al mismo le acaricias con tus dedos.
De pronto te levantas muy nerviosa
en busca del helado siempre fresco
quizás para que calme tus ardores
o avive los rescoldos de otro fuego.
Tu lengua no se para ni detiene
y siento que camina los senderos,
notando el cosquilleo de la misma
bajando suavemente por mi cuerpo...
Suspiras y me miras a los ojos,
respondo a tus suspiros con mis besos,
y entonces son mis manos las que hablan
saciando con las tuyas sus deseos.
Los dedos intranquilos no se paran,
destapan los vestidos indiscretos,
recorren palmo a palmo los caminos
llegando hasta las lindes de los huertos.
Te digo que te calmes y no sufras,
que vivas de la vida y sus momentos,
que sacies tus pasiones en mis brazos
y notes la dulzura de este lecho.
Así cuando las fuerzas nos agoten
sabremos lo que sienten nuestros sexos,
dos cuerpos sudorosos que se aman,
llegando hasta la cima muy sedientos.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/01/10
te esperan una barca y un barquero,
tú llevas un tesoro muy guardado
oculto entre los pliegues de tu pecho.
Y tienes la sonrisa contagiosa
que sale de tus labios siempre tiernos,
igual que esa mirada de los ojos
que viven y que brillan cual luceros.
Te miro y te remiro muchas veces
y veo como peinas tu cabello,
observo como tomas tu cigarro
y aspiras ese humo traicionero.
Estás entretenida en la lectura
tu vista se pasea por los versos,
recorres el poema lentamente
y al mismo le acaricias con tus dedos.
De pronto te levantas muy nerviosa
en busca del helado siempre fresco
quizás para que calme tus ardores
o avive los rescoldos de otro fuego.
Tu lengua no se para ni detiene
y siento que camina los senderos,
notando el cosquilleo de la misma
bajando suavemente por mi cuerpo...
Suspiras y me miras a los ojos,
respondo a tus suspiros con mis besos,
y entonces son mis manos las que hablan
saciando con las tuyas sus deseos.
Los dedos intranquilos no se paran,
destapan los vestidos indiscretos,
recorren palmo a palmo los caminos
llegando hasta las lindes de los huertos.
Te digo que te calmes y no sufras,
que vivas de la vida y sus momentos,
que sacies tus pasiones en mis brazos
y notes la dulzura de este lecho.
Así cuando las fuerzas nos agoten
sabremos lo que sienten nuestros sexos,
dos cuerpos sudorosos que se aman,
llegando hasta la cima muy sedientos.
Rafael Sánchez Ortega ©
14/01/10
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