AÚN RECUERDO AQUELLA TARDE
Aún recuerdo aquella tarde, por el puerto,
donde ambos paseábamos.
Tú venías cabizbaja y pensativa
con tus brazos muy cruzados sobre el pecho.
Mi mirada se cruzó con tu mirada,
que perdida, estaba lejos,
en confusos remolinos.
Una sombra de negrura me llegó de tus pupilas.
¿Dónde estaba aquella luz
que tantas noches me alumbrara?,
¿dónde estaba el bello faro de tus ojos,
los destellos indulgentes y precisos?,
¿De qué huías para ir tras las gaviotas
que volaban en la tarde?...
Te seguí con la mirada
hasta aquel muro de la barra,
pero entonces la impotencia
fue la dueña de mi vida.
Tú marchabas por el mar hacia el ocaso,
tu volabas simplemente con tus sueños de cristal,
hacia la nada.
Tú dormías dulcemente las pasiones
de aquel alma atormentada.
Tú sentías el tic-tac de los rejoles
en la sagre de tu pecho acelerada que latía,
que gritaba,
que pugnaba por salir de ese volcán,
incandescente,
hacia tus labios y tus ojos.
Yo no sé si fue tu imagen
o el nordeste el que trajo hasta mi lado
una brisa tan helada,
ese viento irreverente de los mares,
ese soplo que penetra en nuestras almas,
el que hurga en las heridas,
el que sabe los secretos más profundos
que guardamos,
el que toma y el que deja,
el que besa y el que azota
con un simple ramalazo por caricia.
Y mis sueños se juntaron a tus sueños
con el viento y con la brisa.
Yo fui viento en esa tarde,
fui la brisa del nordeste,
fui la mano que tomaba tu cintura,
fui aquel labio que buscaba, entre tus labios,
ese beso abandonado,
fui la luz y fui espejo
donde tú te reflejabas,
donde viste al fin tu alma,
donde el rostro conocido de tu cara
fue cubierto por mis besos.
No quisiera que dudaras de la vida
y de tu vida,
no quisiera que pensaras nunca más
en ese viaje,
no quisiera que volaras en la tarde
persiguiendo a las gaviotas
que se marchan a la costa,
no quisiera que temieras por la vida
y por tu alma...
...Recordaba aquellas frases y palabras
que te dije en el silencio,
que te dije con el viento en un susurro
en tus oídos,
que te dije en un abrazo
todo lleno de cariño con mis sueños.
Aún recuerdo aquella tarde,
en que entonces yo soñaba.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/06/10
donde ambos paseábamos.
Tú venías cabizbaja y pensativa
con tus brazos muy cruzados sobre el pecho.
Mi mirada se cruzó con tu mirada,
que perdida, estaba lejos,
en confusos remolinos.
Una sombra de negrura me llegó de tus pupilas.
¿Dónde estaba aquella luz
que tantas noches me alumbrara?,
¿dónde estaba el bello faro de tus ojos,
los destellos indulgentes y precisos?,
¿De qué huías para ir tras las gaviotas
que volaban en la tarde?...
Te seguí con la mirada
hasta aquel muro de la barra,
pero entonces la impotencia
fue la dueña de mi vida.
Tú marchabas por el mar hacia el ocaso,
tu volabas simplemente con tus sueños de cristal,
hacia la nada.
Tú dormías dulcemente las pasiones
de aquel alma atormentada.
Tú sentías el tic-tac de los rejoles
en la sagre de tu pecho acelerada que latía,
que gritaba,
que pugnaba por salir de ese volcán,
incandescente,
hacia tus labios y tus ojos.
Yo no sé si fue tu imagen
o el nordeste el que trajo hasta mi lado
una brisa tan helada,
ese viento irreverente de los mares,
ese soplo que penetra en nuestras almas,
el que hurga en las heridas,
el que sabe los secretos más profundos
que guardamos,
el que toma y el que deja,
el que besa y el que azota
con un simple ramalazo por caricia.
Y mis sueños se juntaron a tus sueños
con el viento y con la brisa.
Yo fui viento en esa tarde,
fui la brisa del nordeste,
fui la mano que tomaba tu cintura,
fui aquel labio que buscaba, entre tus labios,
ese beso abandonado,
fui la luz y fui espejo
donde tú te reflejabas,
donde viste al fin tu alma,
donde el rostro conocido de tu cara
fue cubierto por mis besos.
No quisiera que dudaras de la vida
y de tu vida,
no quisiera que pensaras nunca más
en ese viaje,
no quisiera que volaras en la tarde
persiguiendo a las gaviotas
que se marchan a la costa,
no quisiera que temieras por la vida
y por tu alma...
...Recordaba aquellas frases y palabras
que te dije en el silencio,
que te dije con el viento en un susurro
en tus oídos,
que te dije en un abrazo
todo lleno de cariño con mis sueños.
Aún recuerdo aquella tarde,
en que entonces yo soñaba.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/06/10
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