SIN PATRIA, SIN DESTINO...
Sin patria, sin destino ni equipaje,
marchaba desterrado hacia la nada,
llevaba simplemente sus harapos
y un báculo gastado con su manta.
Levantaba ese polvo del camino,
y con él los recuerdos y añoranzas,
del pasado nostálgico y presente
que le hacían pararse de su marcha.
¡Pero no, no podía detenerse!,
su futuro y su norte le llamaban,
a pesar de raíces muy profundas
que quedaban atrás, en sus espaldas.
Caminaba sin rumbo definido
y a la vez con paciencia sorteaba
esas piedras y baches del camino,
abundantes en pisos y calzadas.
¡Es la vida!, decía en un susurro,
a la brisa que llega hasta su cara,
es la vida que pone zancadillas
a los hombres valientes que luchaban.
Los cobardes se quedan condenados
a vivir en el fuego, con las llamas,
a sufrir y llorar eternamente
añorando laureles y esperanzas.
Sin embargo los hombres decididos,
los que rompen banderas y guirnaldas,
los que dan ese paso hacia adelante,
ganarán, sin saberlo, las batallas.
Son los hombres que van a su destino,
a buscar las respuestas y la calma,
a escuchar como balan las ovejas
y las olas que cantan en la playa.
Es por eso que van con lo preciso,
con el traje tan sólo de su alma,
aunque tenga ese traje mil harapos
y remiendos de ropa muy usada.
Puede ser que algún día se despierten
y la meta se encuentre tan cercana,
que la toquen los dedos de sus manos,
y que duerman por fin, en dulce cama.
Rafael Sánchez Ortega ©
12/06/10
marchaba desterrado hacia la nada,
llevaba simplemente sus harapos
y un báculo gastado con su manta.
Levantaba ese polvo del camino,
y con él los recuerdos y añoranzas,
del pasado nostálgico y presente
que le hacían pararse de su marcha.
¡Pero no, no podía detenerse!,
su futuro y su norte le llamaban,
a pesar de raíces muy profundas
que quedaban atrás, en sus espaldas.
Caminaba sin rumbo definido
y a la vez con paciencia sorteaba
esas piedras y baches del camino,
abundantes en pisos y calzadas.
¡Es la vida!, decía en un susurro,
a la brisa que llega hasta su cara,
es la vida que pone zancadillas
a los hombres valientes que luchaban.
Los cobardes se quedan condenados
a vivir en el fuego, con las llamas,
a sufrir y llorar eternamente
añorando laureles y esperanzas.
Sin embargo los hombres decididos,
los que rompen banderas y guirnaldas,
los que dan ese paso hacia adelante,
ganarán, sin saberlo, las batallas.
Son los hombres que van a su destino,
a buscar las respuestas y la calma,
a escuchar como balan las ovejas
y las olas que cantan en la playa.
Es por eso que van con lo preciso,
con el traje tan sólo de su alma,
aunque tenga ese traje mil harapos
y remiendos de ropa muy usada.
Puede ser que algún día se despierten
y la meta se encuentre tan cercana,
que la toquen los dedos de sus manos,
y que duerman por fin, en dulce cama.
Rafael Sánchez Ortega ©
12/06/10
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