HE VISTO COMO LA BRISA
He visto como la brisa
dulcemente te besaba,
como ondulaba tu pelo
y acariciaba tu cara.
Era la brisa coqueta,
la que el nordeste mandaba,
con el olor a salitre
de las olas de la playa.
He visto, como invisible,
por tu espalda deslizaba,
esos dedos primorosos
que amanecen con el alba.
Una gaviota furtiva
en el puerto paseaba,
mientras al lado cosían,
las rederas a sus mallas.
Unas lo hacían con garbo,
otras pacientes cantaban,
bajo el calor de la tarde
en una alegre tonada.
He visto como la brisa
a tu escote zarandeaba,
y recorría tus curvas,
estremeciendo tu espalda.
La ha visto mi fantasía,
en tu buhardilla encantada,
en el rincón de los sueños
donde se juntan y charlan.
Pero la brisa impaciente
mandó abrazos y esperanzas,
mandó rosas y gardenias
con aromas de lavanda.
Y pacientes te cubrieron
esas flores con sus alas,
esos pétalos divinos
blanquecinos por la escarcha.
Esos besos de la brisa
que impacientes te buscaban,
para tomar de tu cuerpo
su caricia inmaculada.
He visto como la brisa
beso a beso te excitaba,
como se abrían tus labios
susurrando unas palabras.
Unas palabras sin nombre,
unas palabras exactas,
en ellas dices: te quiero,
mientras la brisa se calma.
Rafael Sánchez Ortega ©
20/06/10
dulcemente te besaba,
como ondulaba tu pelo
y acariciaba tu cara.
Era la brisa coqueta,
la que el nordeste mandaba,
con el olor a salitre
de las olas de la playa.
He visto, como invisible,
por tu espalda deslizaba,
esos dedos primorosos
que amanecen con el alba.
Una gaviota furtiva
en el puerto paseaba,
mientras al lado cosían,
las rederas a sus mallas.
Unas lo hacían con garbo,
otras pacientes cantaban,
bajo el calor de la tarde
en una alegre tonada.
He visto como la brisa
a tu escote zarandeaba,
y recorría tus curvas,
estremeciendo tu espalda.
La ha visto mi fantasía,
en tu buhardilla encantada,
en el rincón de los sueños
donde se juntan y charlan.
Pero la brisa impaciente
mandó abrazos y esperanzas,
mandó rosas y gardenias
con aromas de lavanda.
Y pacientes te cubrieron
esas flores con sus alas,
esos pétalos divinos
blanquecinos por la escarcha.
Esos besos de la brisa
que impacientes te buscaban,
para tomar de tu cuerpo
su caricia inmaculada.
He visto como la brisa
beso a beso te excitaba,
como se abrían tus labios
susurrando unas palabras.
Unas palabras sin nombre,
unas palabras exactas,
en ellas dices: te quiero,
mientras la brisa se calma.
Rafael Sánchez Ortega ©
20/06/10
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