ERA UNA NOCHE DE MAYO...
Era una noche de mayo,
un edificio cualquiera,
una figura en la cama
apaciguando su pena.
Yo miraba y escribía,
a la luna y las estrellas,
por la figura apacible
y que tenía a mi vera.
Venían tantos recuerdos
con momentos y vivencias,
que era un dique incontenible
desbordando la escollera.
Porque el alma se ensanchaba
y rompía las tinieblas,
al volver hacia el pasado
de una vida que se aleja.
Yo era un niño, como muchos,
con su madre adusta y seria,
que ordenaba mil recados
a pesar de mis protestas.
Más la sombra de sus voces
era un canto de sirenas,
una eterna letanía
nunca exenta de leyendas.
Y acudía a los recados
y aceptaba sus collejas,
con arrugas en la frente
y la fiebre de mis venas.
Un latido impetuoso
era el gozne de la puerta,
un chirrido en los peldaños
al subir por la escalera.
Pero ahora lo recuerdo
como simples menudencias,
como escenas de un pasado
que se marcha y no me deja.
Tú labraste mi destino,
me guiaste por la senda,
con la voz y la palabra
y tu crítica severa.
Te juzgué sin condiciones
por un acto de flaqueza,
y vi en él la cobardía
cuando acaso era tristeza.
Hoy no juzgo tu conducta
y te pido la clemencia,
por no haberte comprendido
ni buscado tu respuesta.
Sólo pido me perdones
y si acaso que me quieras,
y lo hago en el silencio
de estos versos y esta entrega.
"...Era la noche de mayo
de una nueva primavera,
yo escribía y tú soñabas
entre el yodo y las mareas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana 03/05/13
un edificio cualquiera,
una figura en la cama
apaciguando su pena.
Yo miraba y escribía,
a la luna y las estrellas,
por la figura apacible
y que tenía a mi vera.
Venían tantos recuerdos
con momentos y vivencias,
que era un dique incontenible
desbordando la escollera.
Porque el alma se ensanchaba
y rompía las tinieblas,
al volver hacia el pasado
de una vida que se aleja.
Yo era un niño, como muchos,
con su madre adusta y seria,
que ordenaba mil recados
a pesar de mis protestas.
Más la sombra de sus voces
era un canto de sirenas,
una eterna letanía
nunca exenta de leyendas.
Y acudía a los recados
y aceptaba sus collejas,
con arrugas en la frente
y la fiebre de mis venas.
Un latido impetuoso
era el gozne de la puerta,
un chirrido en los peldaños
al subir por la escalera.
Pero ahora lo recuerdo
como simples menudencias,
como escenas de un pasado
que se marcha y no me deja.
Tú labraste mi destino,
me guiaste por la senda,
con la voz y la palabra
y tu crítica severa.
Te juzgué sin condiciones
por un acto de flaqueza,
y vi en él la cobardía
cuando acaso era tristeza.
Hoy no juzgo tu conducta
y te pido la clemencia,
por no haberte comprendido
ni buscado tu respuesta.
Sólo pido me perdones
y si acaso que me quieras,
y lo hago en el silencio
de estos versos y esta entrega.
"...Era la noche de mayo
de una nueva primavera,
yo escribía y tú soñabas
entre el yodo y las mareas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
Sierrallana 03/05/13
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