MI CORAZÓN PALPITA CUAL SONETO...
Mi corazón palpita cual soneto
y salta y vibra en nueva primavera,
es un volcán de lava y de metáforas
que busca por la noche las estrellas.
Es una sensación muy agradable
la de escuchar la voz de las mareas,
la de medir la rima en esos versos
mientras la sangre corre por las venas.
Creo sin más que estoy enamorado
y vivo persiguiendo mil quimeras,
contando, con frenética costumbre,
las sílabas presentes del poema.
Yo sé que los sonetos, en los niños,
producen confusión y sinalefas,
aturden corazones que se nublan
y opacan las miradas tan eternas.
No dejo de pensar en el soneto
ni dejo al corazón que se detenga,
lo quiero en gran tensión, lleno de vida
y a punto de surgir en la ribera.
Me olvido de los versos singulares
labrados con cariño y con paciencia,
tras ellos va la mano temblorosa
y el alma enamorada que los deja.
Me dicen que catorce es una cifra
que ciñe, que regula y que jalea,
la fiel composición de los sonetos
y el traje sin fisuras de la métrica.
No entiendo de medidas ancestrales
y más si las susurran los poetas,
acaso sólo sé de otras medidas
de cifras y guarismos en la arena.
Me quedo en el soneto de la vida
y quiero que su brisa tan completa,
me embriague sin remedio, para siempre,
cerrando mis pupilas soñolientas.
Más quiero que el presente de mis sueños
perviva con su voz en la alacena,
y sea el referente de mi norte
y el puerto de acogida, cuando muera.
Rafael Sánchez Ortega ©
15/05/13
y salta y vibra en nueva primavera,
es un volcán de lava y de metáforas
que busca por la noche las estrellas.
Es una sensación muy agradable
la de escuchar la voz de las mareas,
la de medir la rima en esos versos
mientras la sangre corre por las venas.
Creo sin más que estoy enamorado
y vivo persiguiendo mil quimeras,
contando, con frenética costumbre,
las sílabas presentes del poema.
Yo sé que los sonetos, en los niños,
producen confusión y sinalefas,
aturden corazones que se nublan
y opacan las miradas tan eternas.
No dejo de pensar en el soneto
ni dejo al corazón que se detenga,
lo quiero en gran tensión, lleno de vida
y a punto de surgir en la ribera.
Me olvido de los versos singulares
labrados con cariño y con paciencia,
tras ellos va la mano temblorosa
y el alma enamorada que los deja.
Me dicen que catorce es una cifra
que ciñe, que regula y que jalea,
la fiel composición de los sonetos
y el traje sin fisuras de la métrica.
No entiendo de medidas ancestrales
y más si las susurran los poetas,
acaso sólo sé de otras medidas
de cifras y guarismos en la arena.
Me quedo en el soneto de la vida
y quiero que su brisa tan completa,
me embriague sin remedio, para siempre,
cerrando mis pupilas soñolientas.
Más quiero que el presente de mis sueños
perviva con su voz en la alacena,
y sea el referente de mi norte
y el puerto de acogida, cuando muera.
Rafael Sánchez Ortega ©
15/05/13
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