NO LE DIGAS ADIÓS, A LOS AMIGOS...



No les digas adiós, a los amigos,
diles sólo, y si acaso, que hasta luego,
que la marcha forzada que ahora emprenden
les conduce, sin más, a otros senderos.

Es la vida que rompe las fisuras
en el dique inocente de los cuerdos,
y se rompe con ella la esperanza
de lograr la victoria de los necios.

No le digas adiós, a la sonrisa
y a los labios que fueron prisioneros,
de los tuyos, tal vez apasionados,
y saciaron las ansias de tus besos.

Es la brisa que llega de los mares
y el vacío perenne del silencio,
es el alma que grita en las tinieblas
acosada de dudas y de miedos.

No le digas adiós, a los cipreses
y a las tumbas cubiertas por los hielos,
deja sólo a los cielos un suspiro
y en las losas el llanto de los ciegos.

Es la herida que sangra en el costado
y es el grito que brota desde el pecho,
es la lava y la eterna incertidumbre
de una vida arrancada por lo eterno.

No le digas adiós, a tu pasado
y a las brasas que quedan en el fuego,
porque apuran las últimas cenizas
de esa brizna rojiza del aliento.

Es la llama que pugna, descarnada,
en el cáliz sagrado de los muertos,
es el lirio que pende, tembloroso,
en el cuadro agridulce del recuerdo.

"...No les digas adiós, a los amigos,
que han quedado en la tierra prisioneros,
diles solo, y si acaso, que descansen
en el sueño, que emprenden, con su vuelo..."

Rafael Sánchez Ortega ©
11/05/13

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