SABE TU PIEL A LLUVIA CRISTALINA...
Sabe tu piel a lluvia cristalina
y tu cabello huele a jara y a tomillo,
en una confusión y borrachera
que aturde con delicia los sentidos.
Me embriago con pasión, en un instante,
y acallo los rumores y los gritos,
que nacen cuando rozo con mis dedos
tu imagen que venero y que desvisto.
La lámpara se apaga y parpadea,
las sombras nos envuelven con sigilo,
y entonces te despiertas y suspiras,
y buscas con tus labios mis oídos.
Murmuras que me quieres y me amas,
acoplas a tu cuerpo junto al mío,
y luego te abandonas dulcemente
y tiemblas, en mis brazos, como un lirio.
Pero es la sensación del navegante
que boga sin cesar en su navío,
y busca entre los mares y las aguas,
la puerta y la salida del peligro.
Penetran los salitres en las venas
y empapan a la piel con sus latidos,
no sienten añoranzas del pasado,
de tardes y rincones amarillos.
Me quedo con mis manos en tus piernas
los dedos que ya rozan tu vestido,
y bajan a tus muslos lentamente
sacando de tus labios un suspiro.
Aumentan los ardores de mi sangre
y suenan las campanas del domingo,
tu piel me necesita y me subyugan
los leños de tu amor tan encendidos.
"...Sabe tu piel a lluvia y a canela
y tu cabello a un puro laberinto,
allí donde las almas se confunden
para perderse amor, siempre contigo..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/08/14
y tu cabello huele a jara y a tomillo,
en una confusión y borrachera
que aturde con delicia los sentidos.
Me embriago con pasión, en un instante,
y acallo los rumores y los gritos,
que nacen cuando rozo con mis dedos
tu imagen que venero y que desvisto.
La lámpara se apaga y parpadea,
las sombras nos envuelven con sigilo,
y entonces te despiertas y suspiras,
y buscas con tus labios mis oídos.
Murmuras que me quieres y me amas,
acoplas a tu cuerpo junto al mío,
y luego te abandonas dulcemente
y tiemblas, en mis brazos, como un lirio.
Pero es la sensación del navegante
que boga sin cesar en su navío,
y busca entre los mares y las aguas,
la puerta y la salida del peligro.
Penetran los salitres en las venas
y empapan a la piel con sus latidos,
no sienten añoranzas del pasado,
de tardes y rincones amarillos.
Me quedo con mis manos en tus piernas
los dedos que ya rozan tu vestido,
y bajan a tus muslos lentamente
sacando de tus labios un suspiro.
Aumentan los ardores de mi sangre
y suenan las campanas del domingo,
tu piel me necesita y me subyugan
los leños de tu amor tan encendidos.
"...Sabe tu piel a lluvia y a canela
y tu cabello a un puro laberinto,
allí donde las almas se confunden
para perderse amor, siempre contigo..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/08/14
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