ESCUCHO TU SILENCIO...
Escucho tu silencio que grita por mi sangre,
las letras sin palabras, son formas fantasmales.
Hay gritos desgarrados, suspiros que no salen,
abrazos a la nada, miradas suplicantes.
Yo busco en el cuaderno la vía que me salve,
un rayo de esperanza con notas siderales,
quizás una utopía, vivir las realidades,
dejando atrás los sueños, y ratos adorables.
Dejemos que los niños aprendan cada tarde
rechacen las mentiras y acepten las verdades.
Escucho tu silencio que brota sin ambages,
confunde los sentidos del alma sin cristales.
Me asomo a la ventana y abrazo solo al aire,
la brisa del nordeste del mar de mis cantares.
No llegan los recuerdos, tampoco las saudades,
y menos el aroma con frases agradables.
Yo busco en mis latidos la vida que no sale,
la misma que se marcha y parte para un viaje.
La vida ya vivida se corta en dos mitades,
en una está el pasado y en la otra ya no hay nadie.
Escucho tu silencio que llega en un instante,
vacío y con susurros, carentes de equipaje.
Arriba las estrellas sonríen para el baile,
la luna, solitaria, no quiere veleidades.
Prefiere la soltura, la gracia y el donaire,
la chispa misteriosa que surge de la carne.
La espuma arrebolada llegando con su traje,
su trenza y sus diademas que forman arenales.
Un niño lo contempla y un pecho de hombre late,
quizás en otra espera, de un día más brillante.
Escucho tu silencio carente de mil llaves,
aquellas que buscaba para aliviar el hambre.
Los sueños compartidos durmieron en su cárcel,
un mundo de utopías y falsas vanidades.
Quedaron ya desnudas las flores y rosales,
claveles con espinas cual dagas y puñales.
Más pienso que de todo, yo solo soy culpable,
por culpa de mis sueños caducos y anormales.
Los hombres no son niños y sienten lo que hacen,
los niños solo juegan y corren por el parque.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/08/14
las letras sin palabras, son formas fantasmales.
Hay gritos desgarrados, suspiros que no salen,
abrazos a la nada, miradas suplicantes.
Yo busco en el cuaderno la vía que me salve,
un rayo de esperanza con notas siderales,
quizás una utopía, vivir las realidades,
dejando atrás los sueños, y ratos adorables.
Dejemos que los niños aprendan cada tarde
rechacen las mentiras y acepten las verdades.
Escucho tu silencio que brota sin ambages,
confunde los sentidos del alma sin cristales.
Me asomo a la ventana y abrazo solo al aire,
la brisa del nordeste del mar de mis cantares.
No llegan los recuerdos, tampoco las saudades,
y menos el aroma con frases agradables.
Yo busco en mis latidos la vida que no sale,
la misma que se marcha y parte para un viaje.
La vida ya vivida se corta en dos mitades,
en una está el pasado y en la otra ya no hay nadie.
Escucho tu silencio que llega en un instante,
vacío y con susurros, carentes de equipaje.
Arriba las estrellas sonríen para el baile,
la luna, solitaria, no quiere veleidades.
Prefiere la soltura, la gracia y el donaire,
la chispa misteriosa que surge de la carne.
La espuma arrebolada llegando con su traje,
su trenza y sus diademas que forman arenales.
Un niño lo contempla y un pecho de hombre late,
quizás en otra espera, de un día más brillante.
Escucho tu silencio carente de mil llaves,
aquellas que buscaba para aliviar el hambre.
Los sueños compartidos durmieron en su cárcel,
un mundo de utopías y falsas vanidades.
Quedaron ya desnudas las flores y rosales,
claveles con espinas cual dagas y puñales.
Más pienso que de todo, yo solo soy culpable,
por culpa de mis sueños caducos y anormales.
Los hombres no son niños y sienten lo que hacen,
los niños solo juegan y corren por el parque.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/08/14
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