EN ESTA BENDITA TIERRA...
En esta bendita tierra,
la cuna de mis ancestros,
ocurrieron muchas cosas
a lo largo de los tiempos.
Una vez llegó una barca
por la bocana del puerto,
con una imagen sencilla
de una Virgen y un pequeño.
Aquella barca sin velas
tampoco traía remos,
y su mástil destrozado
abocaba al hundimiento.
Debajo de unas encinas,
la Virgen quedó durmiendo,
esperando a los vecinos
de este pueblo barquereño.
Y acudieron presurosos
al milagro que os cuento,
y rezaron a la Virgen
y aquel Niño tan moreno.
Construyeron una ermita
con trabajo y con denuedo,
y llevaron mil ofrendas
que colgaban en el techo.
Otra vez, vino de paso,
un infante a nuestro pueblo,
Emperador que sería
de Alemania y estos Reynos.
Aquí pasó una semana,
con calenturas y enfermo,
y se quedó en una finca
de Franciscanos severos.
Allí tenían su claustro,
el refectorio y su huerto,
y hasta ofrecían gramática
para estudiantes dispuestos.
Vino con Él, mucha gente,
nobles, ricos, caballeros,
y hasta viajeros ilustres
que de este caso escribieron.
Las muchachas le bailaron
con panderetas y arreos,
y cantaron jubilosas
demostrando su salero.
Por su parte, los vecinos,
dieron cuenta de su ingénio,
preparando una corrida
de vaquillas y toreo.
Por esta bendita tierra,
pasaron tantos sucesos,
tantas insignes personas,
tantos ilustres viajeros
que recordarlos ahora
sería cosa de lelos
y dejaría, sin duda,
a muchos en el tintero.
Por eso te digo, a ti,
lector que lees estos versos,
que te acerques a mi Villa.
que visites el Convento,
que pasees por la Barquera,
que subas por el Acuerdo,
que te acerques al Castillo
y a las murallas del cuento,
que visites a la Iglesia
y sientas que va muy dentro,
el salitre de mi tierra
que invita a soñar despierto.
Porque decir otra cosa
es faltar a lo que pienso,
lo que de niño aprendí
y en mi casa me dijeron.
"...En esta bendita tierra
hay esperanza y no hay miedo,
porque una Virgen nos guarda
con su Niño y un velero..."
Rafael Sánchez Ortega ©
19/01/15
la cuna de mis ancestros,
ocurrieron muchas cosas
a lo largo de los tiempos.
Una vez llegó una barca
por la bocana del puerto,
con una imagen sencilla
de una Virgen y un pequeño.
Aquella barca sin velas
tampoco traía remos,
y su mástil destrozado
abocaba al hundimiento.
Debajo de unas encinas,
la Virgen quedó durmiendo,
esperando a los vecinos
de este pueblo barquereño.
Y acudieron presurosos
al milagro que os cuento,
y rezaron a la Virgen
y aquel Niño tan moreno.
Construyeron una ermita
con trabajo y con denuedo,
y llevaron mil ofrendas
que colgaban en el techo.
Otra vez, vino de paso,
un infante a nuestro pueblo,
Emperador que sería
de Alemania y estos Reynos.
Aquí pasó una semana,
con calenturas y enfermo,
y se quedó en una finca
de Franciscanos severos.
Allí tenían su claustro,
el refectorio y su huerto,
y hasta ofrecían gramática
para estudiantes dispuestos.
Vino con Él, mucha gente,
nobles, ricos, caballeros,
y hasta viajeros ilustres
que de este caso escribieron.
Las muchachas le bailaron
con panderetas y arreos,
y cantaron jubilosas
demostrando su salero.
Por su parte, los vecinos,
dieron cuenta de su ingénio,
preparando una corrida
de vaquillas y toreo.
Por esta bendita tierra,
pasaron tantos sucesos,
tantas insignes personas,
tantos ilustres viajeros
que recordarlos ahora
sería cosa de lelos
y dejaría, sin duda,
a muchos en el tintero.
Por eso te digo, a ti,
lector que lees estos versos,
que te acerques a mi Villa.
que visites el Convento,
que pasees por la Barquera,
que subas por el Acuerdo,
que te acerques al Castillo
y a las murallas del cuento,
que visites a la Iglesia
y sientas que va muy dentro,
el salitre de mi tierra
que invita a soñar despierto.
Porque decir otra cosa
es faltar a lo que pienso,
lo que de niño aprendí
y en mi casa me dijeron.
"...En esta bendita tierra
hay esperanza y no hay miedo,
porque una Virgen nos guarda
con su Niño y un velero..."
Rafael Sánchez Ortega ©
19/01/15
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