RECUERDAS AQUEL NIÑO...
Recuerdas aquel niño, que inocente
pedía unos patines a los Magos,
quería deslizarse por los cielos
tomando a las estrellas con su mano.
Recuerdo tu sonrisa tan traviesa
contándome el deseo tan extraño,
del niño que pedía esos patines
y así poder subir hasta los astros.
Los sueños misteriosos de la infancia,
pensabas que servían para algo,
quizás para ocurrencias tan pueriles
carentes de festejos y milagros.
Entonces lo tomaste como en broma,
dijiste que era fruto de aquel rato,
las fiestas navideñas influían
y entonces se pedían mil regalos.
Regalos variopintos y diversos,
algunos ostentosos, con boato,
los menos con promesas muy difusas
que hablaran de sorpresas bajo el árbol.
Y el niño que pedía los patines
seguía pensativo todo el rato,
miraba, como miran tantos niños,
al cielo tan inmenso y encantado.
Quería recorrer esos caminos,
seguir a las estrellas tras sus pasos,
tocarlas y rozarlas con sus dedos
y luego acariciarlas con sus labios.
Quería que bajaran a la playa
a un baile singular y sin extraños,
tan solo marineros y sirenas
serían los testigos de aquel acto.
La luna, silenciosa y siempre altiva,
haría nuevamente de notario,
tomando de testigos a las olas
con mezcla de galernas y relámpagos.
Entonces aquel cuento sin sentido
cobraba actualidad en el muchacho
el niño que pedía los patines
con lengua de ratón, quizás de trapo.
"...Recuerdas aquel niño, que inocente,
buscaba paraísos tan lejanos,
la eterna fantasía de la vida
y el sueño de correr para alcanzarlos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/01/15
pedía unos patines a los Magos,
quería deslizarse por los cielos
tomando a las estrellas con su mano.
Recuerdo tu sonrisa tan traviesa
contándome el deseo tan extraño,
del niño que pedía esos patines
y así poder subir hasta los astros.
Los sueños misteriosos de la infancia,
pensabas que servían para algo,
quizás para ocurrencias tan pueriles
carentes de festejos y milagros.
Entonces lo tomaste como en broma,
dijiste que era fruto de aquel rato,
las fiestas navideñas influían
y entonces se pedían mil regalos.
Regalos variopintos y diversos,
algunos ostentosos, con boato,
los menos con promesas muy difusas
que hablaran de sorpresas bajo el árbol.
Y el niño que pedía los patines
seguía pensativo todo el rato,
miraba, como miran tantos niños,
al cielo tan inmenso y encantado.
Quería recorrer esos caminos,
seguir a las estrellas tras sus pasos,
tocarlas y rozarlas con sus dedos
y luego acariciarlas con sus labios.
Quería que bajaran a la playa
a un baile singular y sin extraños,
tan solo marineros y sirenas
serían los testigos de aquel acto.
La luna, silenciosa y siempre altiva,
haría nuevamente de notario,
tomando de testigos a las olas
con mezcla de galernas y relámpagos.
Entonces aquel cuento sin sentido
cobraba actualidad en el muchacho
el niño que pedía los patines
con lengua de ratón, quizás de trapo.
"...Recuerdas aquel niño, que inocente,
buscaba paraísos tan lejanos,
la eterna fantasía de la vida
y el sueño de correr para alcanzarlos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
04/01/15
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