BAJO EL VIEJO ROBLE...
Bajo el viejo roble,
tendido en la yerba,
un niño jugaba
ajeno a las guerras.
Vivía en su mundo
de guiños y estrellas,
buscando a los elfos
de tiernas leyendas.
Su vida, precisa,
renace y renueva,
los dulces tesoros
del alma que vela.
Así son los niños
que viven y sueñan,
extraños a un mundo
que sangra y pelea.
Afuera, en el campo,
las hayas protestan,
pues quieren cariño
del hombre y la tierra.
Y no lo consiguen,
el hombre se aleja,
ignora el lamento
del haya coqueta.
Y pasan los días,
semanas enteras,
avanzan los meses,
septiembre se acerca.
El niño del roble
ya vuelve a la escuela,
con él su pizarra,
cuaderno y carpeta.
Y suenan las voces
de aquella maestra,
dictando lecciones,
con gracia suprema.
Hoy habla de historia,
describe sus huellas,
de enormes imperios
con bellas princesas.
El niño la escucha
atento y se prenda,
ya sueña con hadas
oyendo esas letras.
Los versos sacados
con magia y paciencia,
la voz encantada,
que vibra con fuerza.
Hay unas pupilas
que emiten dos perlas,
también un suspiro
renace en la escena.
Y trazan castillos,
y vuelan cometas,
y van de la mano
con tiernas sirenas.
Por eso los niños
prefieren la seda,
las olas sin nombre
del mar y la arena.
Y así se resume,
por hoy el poema,
del niño y el roble,
que vuelve a la escuela.
"...Bajo el viejo roble,
temblaba un poeta,
buscaba un tatuaje,
allí, en su corteza..."
Rafael Sánchez Ortega ©
14/08/15
tendido en la yerba,
un niño jugaba
ajeno a las guerras.
Vivía en su mundo
de guiños y estrellas,
buscando a los elfos
de tiernas leyendas.
Su vida, precisa,
renace y renueva,
los dulces tesoros
del alma que vela.
Así son los niños
que viven y sueñan,
extraños a un mundo
que sangra y pelea.
Afuera, en el campo,
las hayas protestan,
pues quieren cariño
del hombre y la tierra.
Y no lo consiguen,
el hombre se aleja,
ignora el lamento
del haya coqueta.
Y pasan los días,
semanas enteras,
avanzan los meses,
septiembre se acerca.
El niño del roble
ya vuelve a la escuela,
con él su pizarra,
cuaderno y carpeta.
Y suenan las voces
de aquella maestra,
dictando lecciones,
con gracia suprema.
Hoy habla de historia,
describe sus huellas,
de enormes imperios
con bellas princesas.
El niño la escucha
atento y se prenda,
ya sueña con hadas
oyendo esas letras.
Los versos sacados
con magia y paciencia,
la voz encantada,
que vibra con fuerza.
Hay unas pupilas
que emiten dos perlas,
también un suspiro
renace en la escena.
Y trazan castillos,
y vuelan cometas,
y van de la mano
con tiernas sirenas.
Por eso los niños
prefieren la seda,
las olas sin nombre
del mar y la arena.
Y así se resume,
por hoy el poema,
del niño y el roble,
que vuelve a la escuela.
"...Bajo el viejo roble,
temblaba un poeta,
buscaba un tatuaje,
allí, en su corteza..."
Rafael Sánchez Ortega ©
14/08/15
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