A VECES, CUANDO LLUEVE...
A veces, cuando llueve, te estremeces
y sientes la pasión de no hacer nada,
incluso de soñar con mariposas,
con mares y leyendas muy lejanas.
Te inclinas por cerrar esos ojitos,
buscar en el silencio sus palabras,
aquellas que dejaron los ausentes,
y ahora son, sin duda, telarañas.
Entonces se desborda la entelequia
y surgen maravillas encantadas,
las mismas que recrean los sentidos
y salen, a su vez, de las entrañas.
No puedes olvidarte del recuerdo,
de calles y ciudades con sus plazas,
de aquellas mañanitas, agridulces,
llevando tu resaca a las espaldas.
A veces, cuando llueve, te solapas,
y ocultas las ojeras de tu cara,
producto de vigilias venturosas
y el néctar de unos labios en la cama.
Recuerdas que sonaban los cristales,
la lluvia y el granizo resbalaban,
el viento estremecía los sentidos
y afuera repicaban las campanas.
Pero es un sentimiento ineludible
ahogado, como nunca, en tu garganta,
y entonces son tus dedos muy traviesos
haciendo con mi piel un pentagrama.
Te escurres de la vida y de la lluvia,
te estiras al calor de la fogata,
los brazos y las brasas que te esperan
y el labio enamorado que te ama.
"...A veces, cuando llueve, te enamoras,
y sientes la pasión tan deseada,
la misma que acelera los latidos
y arranca mil suspiros de las almas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
22/11/15
y sientes la pasión de no hacer nada,
incluso de soñar con mariposas,
con mares y leyendas muy lejanas.
Te inclinas por cerrar esos ojitos,
buscar en el silencio sus palabras,
aquellas que dejaron los ausentes,
y ahora son, sin duda, telarañas.
Entonces se desborda la entelequia
y surgen maravillas encantadas,
las mismas que recrean los sentidos
y salen, a su vez, de las entrañas.
No puedes olvidarte del recuerdo,
de calles y ciudades con sus plazas,
de aquellas mañanitas, agridulces,
llevando tu resaca a las espaldas.
A veces, cuando llueve, te solapas,
y ocultas las ojeras de tu cara,
producto de vigilias venturosas
y el néctar de unos labios en la cama.
Recuerdas que sonaban los cristales,
la lluvia y el granizo resbalaban,
el viento estremecía los sentidos
y afuera repicaban las campanas.
Pero es un sentimiento ineludible
ahogado, como nunca, en tu garganta,
y entonces son tus dedos muy traviesos
haciendo con mi piel un pentagrama.
Te escurres de la vida y de la lluvia,
te estiras al calor de la fogata,
los brazos y las brasas que te esperan
y el labio enamorado que te ama.
"...A veces, cuando llueve, te enamoras,
y sientes la pasión tan deseada,
la misma que acelera los latidos
y arranca mil suspiros de las almas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
22/11/15
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