HAY UN BOSQUE...
Hay un bosque, de robles, centenario
donde habitan las hadas y los elfos
y allí van las alegres mariposas
a buscar ese reino de los sueños.
Porque quieren llevar su colorido
en los días de otoño, ya tan frescos,
y suplir la caída de las hojas
con suspiros precisos de sus vuelos.
Hay también unas hayas solitarias,
compañeras de encinas y de fresnos,
aportando su gracia y estatura
y bajando sus ramas hasta el suelo.
Porque en él se rechaza al nigromante
y se alaba a los niños con denuedo,
aunque tengan mojados los zapatos
y presenten sus ropas mil remiendos.
En el bosque no existen las envidias
ni tampoco los odios en los juegos,
se reparten las rosas y los lirios
y al final, en la noche, surgen versos.
Y es así este mundo de utopías,
un jardín de ilusiones y deseos,
ese bosque bendito y añorado
que de niños tratamos de tenerlo.
Pero ahora que el tiempo se nos marcha,
cuando lento, se acerca el duro invierno,
es quizás cuando oímos el tañido
de ese tierno piano que va dentro.
Porque todos tenemos la campana
que se agita y voltea con el viento,
y también esa fuerza misteriosa
del latido que impera en nuestro pecho.
"...Hay un bosque me digo, y te repito,
corazón que me escuchas y que quiero,
pero nunca lo busques en pasado
porque está, a tu lado, con su aliento..."
Rafael Sánchez Ortega ©
02/12/15
donde habitan las hadas y los elfos
y allí van las alegres mariposas
a buscar ese reino de los sueños.
Porque quieren llevar su colorido
en los días de otoño, ya tan frescos,
y suplir la caída de las hojas
con suspiros precisos de sus vuelos.
Hay también unas hayas solitarias,
compañeras de encinas y de fresnos,
aportando su gracia y estatura
y bajando sus ramas hasta el suelo.
Porque en él se rechaza al nigromante
y se alaba a los niños con denuedo,
aunque tengan mojados los zapatos
y presenten sus ropas mil remiendos.
En el bosque no existen las envidias
ni tampoco los odios en los juegos,
se reparten las rosas y los lirios
y al final, en la noche, surgen versos.
Y es así este mundo de utopías,
un jardín de ilusiones y deseos,
ese bosque bendito y añorado
que de niños tratamos de tenerlo.
Pero ahora que el tiempo se nos marcha,
cuando lento, se acerca el duro invierno,
es quizás cuando oímos el tañido
de ese tierno piano que va dentro.
Porque todos tenemos la campana
que se agita y voltea con el viento,
y también esa fuerza misteriosa
del latido que impera en nuestro pecho.
"...Hay un bosque me digo, y te repito,
corazón que me escuchas y que quiero,
pero nunca lo busques en pasado
porque está, a tu lado, con su aliento..."
Rafael Sánchez Ortega ©
02/12/15
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