ERA UN FARO...
Era un faro dormido en lontananza,
una luz señalando los peligros,
una dulce figura tras la niebla
que anunciaba la costa con su brillo.
Las gaviotas pasaban, y volaban,
desgranando, en la tarde, sus chillidos,
y en la barra las olas con gran fuerza
golpeaban los muros de granito.
Pero el faro seguía con sus sueños,
recordando atalayas y marinos,
en un tiempo de invierno y de galernas
con la muerte llegando con sigilo.
Y era así, de este faro, sus recuerdos,
como un cóctel de inmensos remolinos,
donde el tiempo acercaba posiciones
a ese tren que marchaba al infinito.
Era un faro silente, indiferente
como un verso apartado del rocío,
una débil silueta en los cantiles
que esperaba del cielo su delirio.
A su lado pasaban cormoranes
para ir a la playa, en su camino,
descansar y secarse bien sus alas
para luego volar hacia otros ríos.
Pero el faro seguía cabizbajo
esperando la noche con el frío,
y con ella las barcas que, a lo lejos,
regresaran al puerto tan querido.
Y una luz refulgía, titilante,
como faro y fanal del buen vecino,
el que quiere ayudar, con su conciencia,
regresando al hogar tan prometido.
"...Es un faro la vida que buscamos,
un susurro del cielo con un guiño,
una dulce plegaria de unos ojos,
y es un beso, también, con un suspiro..."
Rafael Sánchez Ortega ©
29/11/15
una luz señalando los peligros,
una dulce figura tras la niebla
que anunciaba la costa con su brillo.
Las gaviotas pasaban, y volaban,
desgranando, en la tarde, sus chillidos,
y en la barra las olas con gran fuerza
golpeaban los muros de granito.
Pero el faro seguía con sus sueños,
recordando atalayas y marinos,
en un tiempo de invierno y de galernas
con la muerte llegando con sigilo.
Y era así, de este faro, sus recuerdos,
como un cóctel de inmensos remolinos,
donde el tiempo acercaba posiciones
a ese tren que marchaba al infinito.
Era un faro silente, indiferente
como un verso apartado del rocío,
una débil silueta en los cantiles
que esperaba del cielo su delirio.
A su lado pasaban cormoranes
para ir a la playa, en su camino,
descansar y secarse bien sus alas
para luego volar hacia otros ríos.
Pero el faro seguía cabizbajo
esperando la noche con el frío,
y con ella las barcas que, a lo lejos,
regresaran al puerto tan querido.
Y una luz refulgía, titilante,
como faro y fanal del buen vecino,
el que quiere ayudar, con su conciencia,
regresando al hogar tan prometido.
"...Es un faro la vida que buscamos,
un susurro del cielo con un guiño,
una dulce plegaria de unos ojos,
y es un beso, también, con un suspiro..."
Rafael Sánchez Ortega ©
29/11/15
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